3er Principio. ENTRENAR SEÑALES FÁCILES DE DISTINGUIR
¿Tu método de
entrenamiento demuestra que tus señales, instauradas por medio del
condicionamiento operante o clásico, son únicas y fáciles de discriminar para
el caballo? Por ejemplo:
Transiciones decrecientes
Variaciones rápido/lento
Variaciones largo/corto
Giros sobre las espaldas
Giros sobre los pies
Flexiones de cuello y cabeza
Asegúrate que
las señales de aceleración difieren significativamente de las señales de
deceleración o frenado.
Implicaciones
para el bienestar del caballo: no utilizando señales claras y separadas, pueden
llevar al caballo a la confusión y el estrés, y su respuesta puede comprometer
el resultado esperado, e incluso la seguridad del jinete.
4º Principio. MODELAR
PROGRESIVAMENTE LAS RESPUESTAS Y LOS MOVIMIENTOS
¿Tu método de
entrenamiento demuestra que para enseñar un nuevo comportamiento empiezas
recompensando el “intento básico” de alcanzar el objetivo, y a partir de
entonces sólo recompensar las respuestas que cada vez más se aproximan al
resultado final?
Implicaciones
para el bienestar del caballo: un pobre modelado puede ocasionar confusión y
respuestas que comprometen el rendimiento, incluso la seguridad del jinete.
¿Cómo
interpretar estos dos principios? Dicho en un lenguaje más coloquial: ¿cómo, cuándo y de qué manera hay
que utilizar las ayudas: asiento, piernas, manos?
Nos
comunicamos con el caballo a través del tacto en su sentido más amplio (creo
que no es momento de hablar del sentido háptico todavía). A través de él
recibimos información del caballo y por medio de nuestros gestos -y utilizando
principalmente el refuerzo negativo- le transmitimos nuestras órdenes. O sea,
por presión y cesión de la presión. Todo ello lo hacemos con nuestras dos
manos, las dos piernas y nuestro culo, parte de nuestro cuerpo en contacto con
la montura.
Uno de los
problemas más importantes que nos plantea la Equitación, a todos los niveles,
es el romper la simetría natural de nuestros movimientos. Me explico: no
podemos gesticular con un brazo de una manera y con el otro de otra. Ejemplo
más claro: los pianistas comienzan por entrenar la mano derecha de una manera y
la izquierda totalmente distinta. Además, como peatones que somos normal o
naturalmente, nuestros brazos se mueven en sincronía con nuestras piernas –si
hago fuerza con mis piernas, haré fuerza también con mis brazos o manos-. A
caballo, nuestro cuerpo cambia totalmente. Como peatones, nuestro sustrato
–normalmente el suelo- lo percibimos con la planta de los pies. Y como jinetes,
nuestro sustrato -el caballo- lo sentimos principalmente con nuestro culo. A
través de la montura, claro: como el suelo a través del calzado.
Volvemos a la
simetría de movimientos. Normalmente se habla de la independencia de ayudas.
Sin más. Incluso se citan algunos ejercicios para entrenarla. Casi, como si
sólo con saberlo, conllevara el hacerlo. Si duro es el aprendizaje del
pianista, parecido debe ser el del jinete. Siempre y cuando se plantee el
problema y ponga medios para resolverlo. Además, insisto, nosotros debemos de
aprender a romper dos simetrías: derecha/izquierda (mano interior/mano
exterior) y arriba/abajo (manos y piernas).
Empiezo por
arriba/abajo, o sea, como nos dijo BAUCHER “manos sin piernas y piernas sin
manos”. Un enunciado muy fácil de memorizar pero que conlleva un largo
entrenamiento. Es uno de los primeros actos reflejos que hemos de cambiar,
luego hay que entrenarlo, y cuanta más atención pongamos, más rápido será el
resultado buscado. Como los actos reflejos son inconscientes, no nos damos
cuenta que cuando empujamos con las piernas, tiramos, y cuando tiramos -o
sencillamente, tensamos- las riendas, nos agarramos con talones o pantorrillas.
¿Qué es lo que siente el caballo? Un lío, porque estamos oponiendo las manos a
las piernas o viceversa. Y lo primero que necesita el caballo, como nosotros,
es no sentirse confundido. Por ejemplo, un caballo que de repente se para y deja
de avanzar: sin darnos cuenta, nos agarramos de las riendas y nos liamos a
darle patadas; incluso fustazos. Estamos pidiéndole una cosa con las piernas y
la contraria con las manos. ¡Y sin ser conscientes de lo que estamos pidiendo!
Mano
interior/mano exterior. ¿Por qué? Porque en una pista estamos girando
continuamente. Y si el caballo gira al paso y al trote –los dos aires
simétricos—con el pie de dentro se aguanta y con el de fuera empuja. Igual que
nosotros cuando giramos. Al galope –aire asimétrico--, tanto en recta como en
curva, con el pie adelantado se aguanta y con el retrasado empuja. Y nuestras
manos, cada una está actuando sobre el pie correspondiente. Un ejemplo para
salir de dudas: voy caminando y una persona, detrás de mí con sus dedos índices
me va presionando sobre los hombros. ¿Dónde notaré los cambios de presión de un
dedo o de otro? ¡En los pies! Si me presiona con el izquierdo, me iré hacia la
derecha; si con el derecho, a la izquierda. Y si con los dos al a vez, iré más
rápido. Con el caballo, lo mismo. Luego no podemos hacer lo mismo con ambas
manos: hay que romper la simetría natural o instintiva. La rienda exterior, la
que corresponde al pie que empuja, es la que coge a todo el caballo, y la
rienda interior se limita a manejar el balancín (una décima parte de la masa
del caballo) y colaborar con la rienda exterior. ¿Qué sentimos cuando hemos
roto la simetría, o sea, manejamos rienda interior y exterior como tales?
Distinta tensión en nuestros brazos (la tensión del brazo interior normalmente
mínima) y que somos capaces de simultanear ángulos distintos a las riendas: la
rienda de dentro nunca debe actuar sobre el pie de dentro, para dejarle avanzar
–pasar- siempre. Es lo mecánicamente correcto, luego el caballo lo entenderá
inmediatamente. Dificultad añadida: que las espaldas trabajen bien en las
vueltas (y en todo momento). Es decir, que en los giros y al galope la espalda
que más peso aguante debe ser la exterior; para facilitar que salga más
fácilmente la mano interior con lo que permitirá al pie de dentro que entre
debidamente.
Mi alumno Marcos, sin interferencias de manos y piernas
Todo esto se
puede aprender por oficio –echándole muchas horas—o por conocimiento del
proceso. Sin lugar a dudas, el resultado de este último, es mucho más rápido.
También aconsejable estar dirigido por un buen profesor.
Otra
aclaración para entender bien el punto 3º es la posición de nuestras manos y
piernas para “aclararle” al caballo lo que le pedimos. Y elijo dos ejemplos que
cita: la pirueta inversa -giro sobre las espaldas- y la pirueta natural -giro
sobre los pies-. Lo bueno de estos ejercicios, además al paso, es que nos
obligan a precisar gestos de cada mano, de cada pierna y del asiento -culo
inamovible-. Y un detalle importante: si yo
quiero desplazar la grupa del caballo, mi pierna -talón- tiene que sentirla muy
cerca de su pie. Y si quiero que desplace las espaldas, mi pie tiene que
presionar muy cerca de la mano. ¿Razón? Sólo así entenderá a los pocos intentos
lo que se le está pidiendo. Esto, que tal vez resulte poco ortodoxo para la
Equitación clásica, mecánicamente es totalmente inteligible para el caballo.
También nos aclara el “modelado” del 4º punto: conforme
vamos educando al caballo, las señales se van atenuando. Hasta llegar al “que
nadie lo vea pero que el caballo lo sienta”. Esto es lo ideal. Pero al
principio, no cabe duda, hay que exagerar los gestos. En definitiva, el mismo
proceso que todos y cada uno hemos seguido para aprender a escribir. ¿Y quién
no se acuerda de ello? Yo, sigo reviviéndolo con mis nietos biológicos y del
corazón (que no son pocos…).
Aprovecho
para hacer una aclaración, creo que interesante, sobre la espuela. No tiene que
ser un elemento de castigo. Pero sí tiene que ser para el caballo un
instrumento de presión que le permita entender lo que le pedimos. No es la
misma presión de un niño pequeño que la de un adulto. Ninguno de los dos nos
hará daño: pero el adulto nos dejará claro el movimiento –más o menos nuevo
para nosotros-- que nos pide. Con esta idea podemos y debemos
utilizar la espuela con el caballo. Unas cuantas repeticiones hechas con
precisión, pronto las entiende el caballo. Porque naturalmente son inteligibles. Conclusión: cuanta
menos fuerza haga con la pierna, más precisión tendré con ella para utilizar la
espuela en el punto justo, en el momento oportuno y con la presión exacta para
que el caballo entienda lo más exactamente lo que se le pide. Un animal que
pesa diez veces nosotros –o siete, o doce—está claro que por la fuerza, sin
ninguna idea clara, no le vamos a ganar. Ni
hacernos entender.
Intento
básico (“La Verdad sobre los Caballos” ANDREW McLEAN. Ed. Blume). En la primera
etapa del entrenamiento, el caballo ofrece una respuesta aproximada a las
señales. La calidad de la respuesta no importa, lo importante es que el caballo
responda….. La respuesta puede tardar un tiempo en con seguirse en las primeras
etapas, pero es esencial no eliminar la presión hasta que el animal ofrezca la
respuesta correcta.
Para mí la
Equitación consiste en aprender a hacer gestos correctos para que el caballo me
entienda. El caballo nos garantiza que si entiende, hace. Y cuanto más
complejos e inteligibles sean los gestos, más complejos y perfectos serán los
movimientos del caballo. Por ello, nunca se deja de aprender con el caballo.
Paz y espero
que le sirva a alguien