Mi abuela, que me mimaba
indecentemente, decía que tenía las manos y las orejas “igualito, igualito que
el difunto de mi abuelito”.
El porqué de mis similitudes con
mi abuelo lo demostró Mendel, allá por 1865, haciendo cruces con guisantes
amarillos y verdes. Cuando los cruzó, la
primera generación (F1) resultó, -en su totalidad-, homogéneamente amarilla.
Esto ocurrió porque el carácter amarillo era dominante sobre el verde. Pero en otras ocasiones, puede que un
carácter no domine sobre el otro. Volviendo a usar el carácter color, esto
ocurre en determinadas flores rojas que al cruzarlas con flores blancas,
producen una primera generación homogénea de color rosa, que no se parece a
ninguno de sus progenitores, al ser un color intermedio entre ambos.
Esto puede aplicarse a la cría de
caballos, ya que al igual que los guisantes o las flores, los caballos también
están sometidos a las Leyes Mendelianas. Cuando planeamos un cruce entre dos
caballos hay dos técnicas distintas según su conformación: Una es la técnica
llamada “cruce variado positivo” o
“similar a similar”. En el que se trata de buscar dos animales con una
conformación similar, es decir con un fenotipo similar, y el objetivo es que
nazca un potro que se parezca cercanamente a sus padres. La otra técnica
llamada “cruce variado negativo” o
“diferente a diferente”, que es del que voy a hablar aquí, se basa en buscar la
conformación contraria, o el fenotipo contrario. Es decir si mi yegua tiene el
fémur corto, busco un semental que tenga el fémur largo, para de esta manera
sacar un fémur intermedio. La descendencia en este caso no es tan extrema como
sus padres, y el objetivo es enrazar
El cruce variado negativo, fémur
corto con fémur largo de nuestro ejemplo, o garganta empastada con garganta
marcada, o dorso débil con dorso fuerte, es ampliamente usado por el ganadero de
caballos, que consciente de los defectos y puntos débiles de su yegua, elige el
semental que mejor pueda contrarrestarlos, y al hacerlo posiblemente obtengamos
el deseado efecto intermedio, con el que mejoramos a la madre.
Una vez que hemos conseguido el
potrito o la potrita, que gracias al cruce variado negativo presenta una
mejoría notable sobre la madre al haber atenuado los defectos de ésta, nos
entusiasmamos cuando crece y lo dejamos de reproductor, y es en este momento
cuando vuelven a intervenir las Leyes de Mendel, diciendo que cuando cruzamos a éstos
individuos con un valor intermedio para un carácter obtenido del cruce de dos
valores mas extremos, una parte de su descendencia se parece a los abuelos. La
proporción de esta descendencia parecida a los abuelos es variable, dependiendo
de la dominancia o recesividad del carácter, y su valor será desde una
proporción 3:1, ó un 25% parecido a los
abuelos en el caso de que un carácter sea dominante sobre el otro, hasta un
1:2:1, ó un 50% en el caso de que no domine ninguno de los caracteres.
¿Qué aplicación tiene esto en la
práctica? En el caso de usar como reproductores a animales que provienen de un
cruce variado negativo, que se hizo con la intención de atenuar un defecto
presente en sus padres, y aunque él mismo no presente el defecto por haber
resultado dicho cruce un éxito, se debe esperar en un porcentaje considerable
de sus hijos la reaparición del mismo defecto de los abuelos.
La estadística enseña que una
yegua a lo largo de su vida como reproductora tiene, en el caso de yeguas
“excepcionales” un 33% de hijos mejores que ella, es decir 1 de cada 3,
(siempre refiriéndome a que la madre y los hijos se dedican a la misma función:
carreras, morfológicos, saltos, doma). En el caso de yeguas sólo “buenas” este
porcentaje desciende, siendo alrededor de un 20%, es decir necesitas tener 5
hijos para obtener uno mejor que la madre. Si ahora nosotros partimos de una
yegua reproductora obtenida de un cruce variado negativo, ideado para paliar un
defecto presente en sus padres, este porcentaje se verá aún más reducido, por
la reaparición de los defectos. En estos casos el porcentaje en yeguas
“excepcionales” se vería reducido al menos a un 25% de hijos mejores que la
madre, y en yeguas sólo “buenas” a un 15%. Pasamos a necesitar entre 4 hijos
para las yeguas “excepcionales”, y 6,6 hijos en el caso de las “buenas” para
obtener un producto mejor que la madre.
En ocasiones, los padres de
nuestra reproductora pueden tener en vez de uno, dos defectos de conformación.
En éstos casos, e independientemente de que nuestra reproductora presente
dichos defectos atenuados, los porcentajes de obtener un potro mejor que ella
se reducen, en el mejor de los casos, a la mitad. Si se trata de una yegua
“excepcional” necesitaría 8 hijos para obtener uno mejor que ella, y si la
yegua es solo “buena” necesitaría 13 hijos. Esto económicamente es un desastre
para el ganadero.
Por supuesto que en ningún
momento hablo de las yeguas regulares o malas como reproductoras, ya que el
resultado es que jamás tendrán un hijo con calidad suficiente.
Mi conclusión ante un ejemplar reproductor,
bien sea caballo o yegua, es que debe conocerse perfectamente si proviene de un
cruce variado negativo o no. Es decir, si viene de un cruce planteado para
atenuar un sólo defecto presente en sus padres. Incluso en el caso de que él o
ella no presente dicho defecto debido a que el resultado del cruce por el que
nació fue un éxito. En éstos casos los porcentajes de hijos mejores que la
madre disminuyen drásticamente. Si en vez de un solo defecto corregido o
atenuado, hablamos de dos defectos en la conformación de los padres los
resultados son ya horrorosos, y
posiblemente el ganadero no tendrá ni tiempo de vida, ni dinero para poder
soportarlos.
Por lo tanto un ganadero serio y
riguroso antes de elegir un reproductor debe estudiar y conocer perfectamente
la conformación de sus padres y comprobar qué defectos se han atenuado con el
cruce.
Cambiando de tercio, un breve
apunte sobre otro aspecto en el que los abuelos tienen una especial importancia
se produce cuando realizamos un cruce entre dos razas puras distintas, como
puede ser P.R.E. o Lusitano con KWPN, Silla Francés, Hann, cruces que han sido
utilizados para producir caballos de deporte. En éstos cruces la primera
generación o F1 suele ser bastante homogénea y tendrá a su favor que es la de
mayor Vigor Híbrido. El problema aparece cuando utilizamos como reproductores a
esa F1 o primera generación para dar lugar a la segunda generación o F2. Esta
F2 tendrá un porcentaje de animales con rasgos parecidos a los de sus abuelos.
Esta reaparición de caracteres de los abuelos hará que en la F2 el porcentaje
de animales con todas las características deseadas para el fin por el que se
cría sea menor del normal.
Únicamente son Ocurrencias
Hípicas.
Paz y que le sirva a alguien.
Jesús C.A.y D.