Algunos autores clásicos
(ANDRADA, BAUCHER, STEINBRECHT, DECARPENTRY, OLIVEIRA, etc) insisten en
la importancia que hay que darles a muchos detalles –prácticamente sin
especificar- en Equitación. Para ellos, como para mucho caballista actual, lo
que para el jinete es un detalle hoy ya sabemos que para el caballo puede ser
una cuestión importante. En mecánica, sobre un mismo hecho o momento, hay una
gran diferencia de percepción de sensaciones entre la masa transportada –en
nuestro caso el caballista- y la masa transportadora, el caballo. Es un detalle
para nosotros –al que no se le suele dar mayor importancia-, cuando realmente
es un problema para el caballo. Y es el caballista
quien debe afrontarlo y resolverlo.
Sobre algunos de
estos detalles referentes al balancín cabeza/cuello del caballo es de lo que
voy a dar mi versión aquí.
Empezando por las transiciones decrecientes
¿Frena, para, gira igual un caballo montado que en libertad?
En absoluto (es lo que creo que pensamos todos). ¿Y por qué?
Para entenderlo creo que el mejor ejemplo, por el que hemos
pasado muchos, es nuestra propia experiencia de cuando empezamos a patinar:
sensación de pérdida de equilibrio por falta de control de nuestros pies, que
van sobre patines. Al principio, como es casi imposible mantener ni siquiera un
pie debajo del culo, nos agarramos de la barandilla –o de alguien-, para no
caernos. Cuando ya conseguimos un mínimo control de nuestros pies, empezamos a
abrir nuestros brazos para equilibrarnos.
¿Qué es lo que siente el caballo cuando nos montamos?
1º.- El caballo, al marchar sobre cuatro patas, la sensación
de caerse –desequilibrio físico- no la tiene.
2º.- Lo que sí siente es un enorme desequilibrio fisiológico
–entre otras razones porque su columna vertebral no es una columna (vertical)sino
más bien un puente (horizontal)-, lo cual quiere decir que todo su cuerpo se
pone a funcionar de una manera totalmente distinta a lo que su naturaleza le
tiene habituado y hay que dedicarle un tiempo a su reeducación para que vuelva
a moverse correctamente. O sea, de manera confortable y económica; eso sí, también distinta aunque aparentemente no lo
parezca: ahí está el detalle. Para entender el desequilibrio fisiológico o
funcional en nosotros, el mejor ejemplo es el de cuando llevamos un peso de
diez kilos en una mano. La primera sensación de desequilibrio físico la compensamos
inmediatamente para volver a sentirnos
equilibrados, y ello a costa de crearnos un desequilibrio fisiológico enorme:
nuestro lado que soporta el peso funcionará totalmente distinto al lado contrario
que no tiene nada que aguantar. Buena parte del desarreglo fisiológico lo
solucionaremos, si se puede, repartiendo cinco kilos a cada mano. Primer paso
resuelto: volver a la simetría de movimientos.
3º.- Lamentablemente,
lo primero que salta a la vista como consecuencia de este desequilibrio fisiológico
del caballo es la pérdida del ritmo natural de sus aires, cuando realmente éste
es consecuencia de aquél. Lo que toda la vida en España hemos llamado compás
–al menos desde el siglo XVI en que quedó definido de manera perfecta (no mejorada hasta hoy) por el ilustre sevillano PERO (sic) FERNANDEZ
DE ANDRADA- y que ahora se nos impone como ritmo. Pero hay otro detalle tan
importante como éste y del que muy poco se habla y menos se escribe. Y es la
descoordinación que ocurre (otra pérdida de ritmo) entre el balancín del
caballo y sus extremidades; esto también es muy importante para el caballo.
Porque su equilibrio depende tanto de su balancín como de la disposición de sus
patas, y de la coordinación entre ambos. Y nos ayuda a entender mejor el
problema del caballo volviendo a nuestra experiencia como aprendices de
patinadores.
El desequilibrio fisiológico que le ocasionamos con nuestro
peso y que está provocado por tres motivos que percibe el caballo: columna vertebral
horizontal (luego debiera llamarse más correctamente “puente vertebral”),
ausencia de clavículas (con lo cual su torax se hunde entre las espaldas) y
distribución desigual de nuestro peso sobre las cuatro extremidades (única
causa de la que hablan los autores clásicos
¡y muchísimos modernos!), hace que pierda el control normal de su equilibrio
como consecuencia de la pérdida de ritmo de sus patas, que es lo que vemos. El
caballo, al perder el control de sus pies, los cambios de equilibrio los resuelve
manejando a su aire su propio balancín, de la misma manera que nosotros,
mientras no controlamos nuestros pies patinando, utilizamos nuestros brazos
para equilibrarnos.
¿Cuál es la diferencia entre el ser humano y el caballo en
esta situación? El hombre está pendiente del control de sus pies –cuestión de
tiempo- para, lo antes posible, disponer de sus brazos y poder hacer con ellos
otra cosa. Nuestro sentido del futuro nos imprime continuamente objetivos. En
cambio el caballo, como su sentido del futuro, no es que sea nulo,
sencillamente no lo tiene, puede estar toda la vida cabeceando para parar o,
sencillamente, frenar…… si no se le enseña lo correcto, que será lo ergonómico
para él, o sea su gesto confortable y económico en cada momento.
Resulta que el caballo en libertad (y sano), para frenar,
parar y girar se sirve de una sincronización perfecta entre su balancín y sus
pies. Y la secuencia es siempre la misma: cuello cerca de la vertical -o sea,
alto- y remetimiento de pies más o menos acentuado. En cambio montado, incluso
en competiciones de doma (clásica, no vaquera), a menudo se ve lo contrario, que
baja la nuca; en el mejor de los casos aflojando su articulación –la de la
nuca- en lugar de la mandíbula. Puede incluso quedar bonito pero no es
correcto, al menos fisiológicamente. Como quedan bonitas las vueltas redondas
pero que tampoco suelen ser correctas: no hay más que ver cómo pasan las
esquinas del cuadrilongo de doma muchos caballos: derrapando.
Conclusión de todo lo expuesto: frenar, parar y girar exige,
tanto al ser humano como al caballo, cambiar de equilibrio, o sea, bascular. La
diferencia está en que el humano sólo necesita
un gesto –por su eje vertical-, echar su peso atrás (o lo que entendemos como
tal), pero el caballo necesita dos
gestos por su condición de cuadrúpedo –su eje es horizontal-: subir el balancín
y meter los pies. Desgraciadamente para el caballo, nos preocupamos de los pies
y muy poco del balancín. El primero en razonar el tema, o revelárnoslo con dibujos, cómo no,
JEAN LICART. Y la mejor explicación de las transiciones, BERNIE TRAURIG en sus
“Prompt transitions” que se puede resumir diciendo: balancín alto e inamovible
(sin que pese mínimamente a la mano), para que no le quede más remedio al
caballo que meter los pies.
¿Cómo se hace esto a caballo? Muy sencillo (aparentemente):
nuestra pierna que sólo nos aguante (pie debajo del culo), luego ni agarrarse
ni empujar con los talones. Muslo y rodilla totalmente pegados (mecánicamente
una unión positiva: cuerpo del jinete totalmente unido al caballo, sin el más mínimo
deslizamiento sobre la montura). Culo sin hundirse en la montura: y mucho
menos, echarlo atrás. Espalda que no cambie la posición (que no vaya para atrás
y nunca detrás de la vertical). Sigo pensando que somos una Mochila
Inteligente. Cerrar dedos lo justo para que no encoja en absoluto el cuello; ni
que pese mínimamente a la mano, insisto.
Codo elástico. Como todo lo bueno a caballo: fácil de decir y muy difícil de
hacer por las repeticiones –y reflexiones sobre lo que se hace- que exige. ¿De
qué manera hacer más llevadera esta pesada carga? Muy sencillo, tomándole gusto
a las repeticiones. Luego es un problema tanto de cabeza como físico. Nos
obsesionamos con el final –la perfección- y nos olvidamos del camino y de lo
que lo podemos disfrutar, -de la progresión-. Además, la perfección siempre es
perfectible, luego siempre hay progresión. (Recomiendo la lectura de la poesía
–breve- de CONSTANTINO KAVAFIS sobre la vuelta a Itaca. Tal vez sea una
poetización de la advertencia de SAN AGUSTÍN:
“Lo primero en el orden de la intención, es lo último en el orden de la
ejecución”. Y para poeta, nuestro ANTONIO MACHADO: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Y ya, el colmo, con
música de JOAN MANUEL SERRAT. ¿Cuándo valoraremos lo nuestro?)
Bascular qué poco, creo, se tiene en cuenta en el caballo y
a caballo. Con lo que nos lo agradece cuando le enseñamos a recuperar esa
cualidad innata. Y lo fácil que nos resulta entonces su manejo. Yo lo comparo
con la conducción de un coche: la diferencia que hay entre utilizar
continuamente el freno o, en su lugar, el cambio de marcha. La diferencia a
caballo sería entre aguantar con las riendas (tirar más o menos) o, en su
lugar, cambiarle el equilibrio. El problema, insisto, es que nosotros los
humanos utilizamos un solo gesto y el caballo dos… luego en el momento de la
ejecución puede haber prioridades y es donde muchísimos autores no se ponen de
acuerdo. Pero ¿nos preocupamos de preguntárselo, a nuestra manera, al caballo? (Al Maestro a quien mejor he visto hacer
bascular un caballo a lo largo y ancho de mi vida: a Don JOSÉ JORDÁ)
Yo ya hace muchos años que sigo el consejo de SAN PABLO:
“hay que probarlo todo y quedarse con lo mejor” (tal vez sea la razón de mi
heterodoxia hípica. Y más. ¡Aunque no siempre se acierte en la elección!). E
intento transmitirlo a mis alumnos. ¿Por qué se sigue tan poco? Porque exige
bastante más esfuerzo mental que físico. Y éste –el esfuerzo mental- parece
estar un poco reñido con la Equitación (o un mucho, según se mire). Con los
años he aprendido a simplificar la elección. Ahora digo: haz tal cosa como
estás habituado a hacer y toma conciencia de ello. A continuación digo: ahora
haz lo mismo de tal otra manera tomando conciencia de ello y repite hasta cinco
veces para enterarte (normalmente a la quinta nos enteramos). Finalmente digo:
elige la mejor manera para el caballo….. que será también la mejor para
nosotros.
Hay otros dos detalles de los que hablaré próximamente:
1º La posición recogida de la cara del caballo, que se
consigue, o bien trayéndole hacia atrás o bien
enviando a la mano. Dos maneras totalmente opuestas
2º Sobre las incurvaciones. Lo que para el caballo es
doblarle su balancín y sus consecuencias
Paz y espero que le sirva a alguien.
Relación balancín cuello/cabeza con los miembros del
caballo