Abundando en la entrada anterior de este blog, nos
permitimos añadir algún apunte sobre qué y cómo hacer para recibir en la mano
lo que a ella hemos enviado.
Decimos “enviar a la mano” para expresar que en la rienda
debe predominar el apoyo que la boca del caballo hace en la mano del jinete,
sobre el contacto que la mano del jinete hace en la boca del caballo. Mediante
la impulsión (que es el deseo continuado n el tiempo que tiene el caballo
de ir hacia adelante – impulsión no es escapada o huida que son de por
sí inconstantes e inconsistentes), y como resultado de ella, es el caballo el
que busca la mano del jinete como referencia para orientar su propio avance en equilibrio.
Pero eso no quiere decir que el caballo “pese en la mano del jinete”
haciendo una fuerza no proporcionada a la velocidad del desplazamiento o al
trabajo que en ese instante se le esté pidiendo: (Obviamente, no será igual el
apoyo del caballo en una espalda adentro al paso que el que pueda haber justo
dos trancos antes de una triple barra de
1,50 m de alto, o en un arreón propio de la doma vaquera, pero el caballo no
debe pesar a la mano en ninguna circunstancia).
En este punto es importante aclarar la diferencia
entre “pesar a la mano” y “tirar de la mano” . Decimos que el caballo “pesa en la mano” del
jinete cuando se desequilibra, echando su peso en las espaldas, su andar
se precipita, y da la sensación de que corre más, mientras “saca” sus pies que
no entran debajo de su masa. Esto ocurre cuando el avance se origina porque
desplaza su centro de gravedad hacia adelante, haciendo hacer sobre los
anteriores mayor peso que sobre los posteriores (desequilibrio fisiológico).
Por el contrario, un caballo “tira de la mano” porque remete los pies debajo
de la masa y empuja hacia adelante “con impulsión” y repartiendo el peso de
su cuerpo por igual entre los cuatro remos.
Si impulsión es el “deseo continuado de ir hacia delante”,
para que esto se convierta en un avance en equilibrio debe haber progresión que
es lo que permite que la energía generada por los posteriores pase de forma
controlada por todo el cuerpo bien dispuesto del caballo (tanto en posición,
como en flexibilidad), de forma que se produzca un aumento del remetimiento de
los posteriores y la elevación del tercio anterior que lleva a un contacto
suave y a una tendencia del caballo a mantenerse suspendido en el aire más
tiempo. Conseguir progresión requiere un proceso lento de aprendizaje.
Una prueba para saber si el caballo lleva el apoyo correcto es
aflojar (relajar la tensión con la que resistimos el apoyo del caballo, y no
soltar, ni cambiar la posición o el ángulo con la boca del caballo porque
abrimos el codo extendiendo los brazos hacia adelante) una – y sólo una-
cualquiera de las riendas durante unos 2 ó 3 de segundos[1].
Si el caballo no cambia la postura de su cabeza y cuello, ni el ritmo, ni la
trayectoria, ni la velocidad del trabajo que está haciendo y su equilibrio se
mantiene igual por un par de trancos, entonces estamos enviando a la mano y
el caballo no “pesa en la mano” y no necesita la mano del jinete como
soporte de su equilibrio porque “se aguanta solo”. Es muy bueno hacer
esta comprobación con frecuencia para asegurarnos de que nuestro trabajo no
esconde defectos. Y esto puede hacerse incluso al atacar un salto no
excesivamente grande.
En líneas generales, las que “envían al caballo a la
mano” son, al principio, las piernas del jinete. Con ellas generamos la
impulsión necesaria para tener el apoyo
deseado. Hasta que se convierte en un deseo constante[2].
Ya hemos enviado al caballo en la mano, y ahora ¿qué hacemos con él?
Pues hay que “recibirlo” correctamente. Si no, se pierde el
trabajo, la impulsión y la confianza del
caballo. Es cuestión de “mantener el caballo entre la pierna y la mano”,
y que de ahí no se nos salga nunca. Si se me sale por detrás de la pierna es
que el centro de gravedad del jinete está por delante del del caballo, y éste
ha perdido la impulsión (siento que mi caballo está por detrás de mí, es
decir, detrás de la mano). Si se me sale por delante, el centro de gravedad del
caballo está muy por delante del del jinete y éste no es capaz de retener a su
montura porque el caballo se ha dejado caer sobre las espaldas, siendo el
ejemplo extremo de esto el caballo desbocado.
A continuación sugerimos varias consideraciones de cómo
nuestra mano ha de recibir el apoyo del caballo:
1.- La mano
recibe y soporta el apoyo del caballo, de forma proporcional y acompasada
al trabajo que se esté haciendo y a la actitud del caballo:
a)
el jinete no ha de tirar de las riendas hacia atrás (no usa nunca sus
bíceps) agrediendo la mandíbula del
caballo y, sobre todo, encogiendo el cuello (y por ende, a todo el caballo);
b)-
pero tampoco ha de ser una mano en exceso blanda ni que el codo que se abra
con mucha facilidad –en absoluto elástico-, permitiendo que el caballo
arrastre el brazo del jinete, tirando y escapándose de la mano del jinete hacia
adelante o hacia abajo.
2.- La
mano ha de ser estable, lo cual no implica que sea inmóvil,
sino que no da tirones ni retrocede bruscamente hacia atrás, en ambos casos
porque usa incorrectamente el bíceps. Esto es importante cuando el apoyo del
caballo no es constante, y de repente el caballo suelta y deja de tensar la
rienda: por el principio de acción-reacción,
si el jinete no afloja a su vez igual de rápido, su mano se irá hacia
atrás buscando de nuevo el contacto, castigando sin quererlo al caballo en la
boca y encogiendo el cuello (lo que reafirmará la respuesta del caballo de
huir de la mano y evitar cada vez más apoyarse en ella, alimentando un círculo
vicioso).
Si el caballo de repente afloja y suelta el bocado, la
mano ha de aflojar, relajando los dedos y los brazos (relajar, pero nunca abrir
el codo) igual de rápido y quedarse en su sitio sin retroceder, para
volver a resistir cuanto sea necesario si el caballo retoma el apoyo. Así
el caballo aprende que la mano del jinete está siempre alerta en el mismo
sitio, exigiendo su apoyo pero no castigándole. El apoyo se recupera con un
apretón de piernas que ha de ser más bien rápido que fuerte (la inmediatez y el
sorprender al caballo es más importante que apretar las piernas muy fuerte).
3.- La
mano ha de ser firme llevando al caballo a la postura de cabeza y cuello que
quiere el jinete en función del trabajo que se esté realizando. Esta
firmeza no se consigue poniendo rígido el brazo no haciendo fuerza con la mano.
Sino colocándola donde le corresponde. Si quiero mayor reunión y acortar el
aire, la mano ha de elevarse verticalmente lo justo; si quiero alargar la mano
desciende y avanza en dirección a la boca del caballo lo justo.
Es muy importante en este punto (al igual que en el
anterior) mantener siempre el codo elástico (ni rígido, ni flojo) sobre
todo cuando la mano está resistiendo con fuerza un exceso de apoyo.
Si el codo se pone rígido, se bloquea todo el brazo desde
la muñeca al hombro y así se transmiten las sacudidas del busto a la boca
del caballo a través de las riendas (inconscientemente), y la mano no podrá
reaccionar lo suficientemente rápido cuando el caballo afloje, resultando en un
tirón hacia atrás que castiga al caballo en la mandíbula. Pero también si el
codo está demasiado flojo y flexible, se abre sin ton ni son, perjudicando
al caballo de igual modo.
4.- Es
mecánicamente imposible que el caballo tire de las riendas hacia adelante si se
le eleva la nuca y se le pone su cuello cerca de la vertical. Cuanto más
cerca de la vertical menor es la fuerza que siente el jinete en su mano. Cuanto
más baja la cabeza, más puede tirar de las riendas hacia adelante y hacia
abajo, y ganar la mano del jinete.
Por tanto, el mejor ejercicio que hay para que el caballo
termine manteniendo un apoyo constante -respetando siempre la mano del jinete-
es de alargar y cortar alternativa y progresivamente (a cualquier aire)
elevando la mano (sin tirar hacia atrás de las riendas que pondría el cuello
del caballo al revés, invirtiéndolo y hundiendo la cruz) para acortar, y
después desplazar de nuevo la mano progresivamente hacia abajo y hacia adelante
en dirección de la boca del caballo para alargar. Todo esto siempre sin que
las riendas resbalen por entre los dedos, sino tomándolas siempre en el mismo
punto: así la cabeza del caballo ha de seguir al pie de la letra lo que le
indica la mano del jinete. Todos los caballos aprenden este ejercicio con mucha
facilidad y rapidez y que es ideal para mejorar su boca y su equilibrio
cualquiera que sea la disciplina que se practique.
Podríamos seguir abundando en cómo ha de trabajar la mano
bien educada del jinete, pero no queremos extendernos demasiado. Hay mucho que
añadir a lo que aquí se propone y expone. ... De todos modos, no sea el lector
tímido, y cualquier comentario que pueda enriquecer lo aquí dicho, nos enseñará
a todos.
Ocurrencias Hípicas, enero de 2016
Fernando Morote Ibarrola
María Rodríguez Sánchez
[1] Si avanzamos
en línea recta, se puede aflojar cualquiera de las 2 riendas. Si avanzamos en
curva, la que se debe aflojar es la rienda interior.
[2] El
grado de doma de un caballo está más en consonancia con esta idea, que con la
de un caballo que realiza muchos ejercicios o figuras más o menos geométricas a
base de patadas y desequilibrio fisiológico.