Me refiero a
las tres leyes de NEWTON, las tres leyes de THORNDIKE y las tres leyes que yo
llamo de la “mochila” y que se
refieren a las leyes mecánicas que relacionan una masa transportadora con la transportada.
Las leyes “de la Mochila”, en el único tratado hípico que las he leído es en “Comprendre l’Equitation” de JEAN SAINT FORT PAILLARD”
Montamos a
caballo, y como cualquier actividad humana, está sujeta a una serie de leyes universales –de lo contrario sería un
desbarajuste- de distinta índole, y que en este momento me interesa resaltar dos tipos: las de
NEWTON y las de la “mochila” en cuanto a la
física/mecánica de la equitación, y las de THORNDIKE
en cuanto al aprendizaje del caballo.
El problema es
que son tan de nuestra vida cotidiana, que nos olvidamos de ellas,a pesar de
que simplemente las aplicamos en nuestra actividad diaria. Pero resulta que si
pensamos en ellas, nos ayudarán a montar mejor, que es de lo que se
trata, por la sencilla razón de que nos aclaran ideas hípicas .
3 Leyes de NEWTON
Primera ley
"Todo
cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo, a no ser
que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre é"l (corpus
omne perseverare in statu suo quiescendi vel movendi uniformiter in directum,
nisi quaetenus illud a viribus impressis cogitur statum suum mutare: pongo el original latino porque cualquiera lo
puede encontrar sencillamente pinchando “leyes de Newton” en Wikipedia.)
¿En qué nos afecta esta ley en
nuestro quehacer a caballo? Empezamos por reducir toda la ley a una palabra:
inercia. Nueva formulación de la pregunta: ¿en qué nos afecta la
inercia a caballo? De la misma manera que cuando vamos en un autobús urbano ¡vaya ajetreo!. Incluso se parece a cuando vamos en un coche de
copiloto, en que la inercia nos hace movernos muy a menudo. A caballo ocurre lo
mismo, sólo que como estos desplazamientos duran menos y tanbien menos intensos
(y sin darnos cuenta nos agarramos muchas veces de las riendas), somos poco
conscientes de ello. Sin embargo, el caballo que es el que nos lleva, lo siente
cada vez. Como cuando llevamos a un niño a hombros: él no se entera de nada (bueno sí, de la inseguridad en algunos momentos, por culpa del desequilibrio
que le produce la inercia cuando le hacemos algún movimiento brusco) y
nosotros de todo, cuando se nos agarra del pelo de las orejas o de las gafas.
Hay que tener
en cuenta dos datos importantes: 1º) el caballo
pesa entre 7 y 10 veces nosotros (por lo que somos para él como un niño pequeño para nosotros cuando le llevamos a hombros). 2º) Sus
reacciones son un tercio mas rápidas que las nuestras (por lo que se hace dificilísimo el acompañarle). Ademas, lo natural suyo es huir por su condición de animal presa
(3er dato importante). Conclusión: para el caballo es fácil manejarnos como nosotros manejamos a un niño a hombros y, además, sin ninguna responsabilidad o cuidado hacia su jinete/amazona. Por
lo tanto, la inercia nos desplaza sobre la montura mucho más de lo que nos
creemos. Desgraciadamente, no le echamos cuenta como decía antes, pero el caballo sí se
entera, o sufre, todos nuestros movimientos. No hay mas que ser
conscientes de lo que hacemos, queriendo o sin querer, y ponernos en el lugar
del caballo. La solución entonces será un asiento
perfecto: sobre los isquiones y sin salirse de ellos, luego la espalda nunca
por detrás de la vertical; el pie siempre debajo del culo que nos garantiza el
equilibrio (al igual que nuestro equilibrio de peatón); y fijeza
con los aductores mejor que con las pantorrillas, sobre todo si la inercia es
grande debido a movimientos bruscos, como el salto, arreones o vueltas rápidas, incluso en
las transiciones. ¿Por qué los aductores?
Porque el punto de aplicación de los aductores es mucho mas alto que el de las pantorrillas, con
lo cual la acción de la inercia es mínima. Así podemos aspirar a lo máximo como caballistas: la coordinación –lo más perfecta posible- de movimientos de caballo/jinete .
Donde más se nota la
acción de la inercia
es en las transiciones. ¡Qué difícil es la coordinación con el caballo en el momento justo de la transición! ¡Y qué importante! Si
el primer tranco de la transición es bueno, el resto fácilmente lo será ¿Y los imprevistos
de los caballos? Estos nos provocan
cantidad de desequilibrios por culpa de la inercia (cuando no, más de una caída). Un “bandazo” de un potro (o de un caballo). Un parón ante un salto,
cuando creíamos que el caballo iba a saltar. O una escapada
también de un salto, justo en el último tranco.
La inercia
existe a caballo. Y nos influye mucho más de lo que nos creemos. ¿Cómo la compensamos de una manera prácticamente inconsciente?
Hundiéndonos en la montura y agarrándonos de las
riendas, con lo cual el pagano es el caballo. Nosotros no nos damos cuenta pero
él sí nos sufre. Incluso con las monturas modernas de doma (modernas porque
son de hace menos de un tercio de siglo), mas cortas y muchísimo mas profundas para dejar bien encajado al jinete. A pesar de
ello, no le exime de la responsabilidad de ser dueño y señor de su propio equilibrio. (Espero haberme hecho entender)
Segunda ley de NEWTON
“El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y
ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime” (el texto original, en
latín –no en inglés- se puede leer en WIKIPEDIA).
De esta segunda
ley , ahora, voy a prescindir de la
primera parte del enunciado, “el cambio de movimiento
es proporcional a la fuerza motriz impresa”, y centrarme
en la segunda aserción: “ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”
¿En qué nos afecta esta segunda
parte en nuestra monta cotidiana? Yo creo que, fundamentalmente, en la
rectitud.
STEINBRECHT (Le
Gymnase du Cheval) proclama como principios fundamentales de la Equitación: “clamo a los oídos de todos los caballistas: monta tu caballo en el movimiento hacia
delante y colócale derecho (recto)”
El General L’HOTTE (Questions Equestres) dice que el caballista “debe perseguir
tres fines: calma, adelante y derecho (recto). El orden es invariable, absoluto
y no hay que buscar el siguiente sin haber alcanzado el anterior previamente”
Y si estos
autores, y en general todos, insisten en la rectitud es, precisamente, para
cumplir esta segunda ley de NEWTON: la fuerza motriz proveniente del tercio
posterior del caballo sólo será plenamente
eficaz si el caballo está totalmente
recto. De lo contrario, buena parte de dicha fuerza motriz se desperdiciará, que es
precisamente lo que ocurre cuando un caballo va torcido.
El Comandant DES
SALINS (Epaule en Dedans, Secret de l’Art Equestre)
afirma: “Para obtener el mayor efecto de su potencia, los propulsores deben de
trabajar en el eje del caballo”. Lógicamente, si el eje del caballo no está bien derecho, la potencia de los propulsores se perderá por el camino (como el
eje, o la transmisión, de cualquier vehículo).
En esta segunda
ley entra –y no creo que sea meterlo con calzador- el tema de las flexiones y
cualquier trabajo en incurvación, desde la espalda adentro hasta las piruetas al galope, pasando por
todos los ejercicios intermedios: apoyos, etc. Sólo que en un sentido
totalmente opuesto. Y me explico:
Parto de la
base, como decía al principio, de que el
animal que nos lleva –el caballo- pesa, aproximadamente
7/10 veces nosotros, con la consiguiente diferencia proporcional de
fuerza; que es un animal que, de natural, siempre va hacia adelante (el sentido
de huída, cuando educamos bien al caballo, se convierte en impulsión); con un espíritu de colaboración como ningún otro animal
(a la historia me remito); y que, como nos dijo MAREY, es el animal que ha
alcanzado la mayor perfección en la economía del esfuerzo (ley fundamental de la evolución). Gracias a
todo esto, el caballo sigue siendo el animal que más nos ayuda y
colabora a superar nuestros límites. Unos límites que, desde el principio de la domesticación hasta apenas
hace un siglo, abarcaban todas las necesidades de supervivencia del hombre y
que ahora, aun siendo importantísimo, ha sido trasladado con naturalidad y por exigencia de los tiempos, al
campo del ocio. Me remito a una frase de D’ORGEIX, para mí genial: “La presencia del caballo en este deporte, permite al jinete verse como
él desea y no
realmente como es” (sigue siendo superación de los
propios límites).
Con todos estos
datos resulta que el caballista necesita, no sólo controlar un bicho
enorme sino sacarle también el máximo rendimiento o, como suelo decir, el gesto confortable y económico para lo
que queremos que haga: nosotros queremos hacer y el caballo debe hacer. (Sin
perder de vista lo que dice el Rey absolutista en el capítulo 10 de El
Principito: “sólo se deben dar órdenes razonables”). Mejor manera
de conseguirlo: sacando al caballo de su eje, o sea, incurvándole, o sea, flexionándolo (ganar
sin luchar) Así, durante el proceso de educación y aprendizaje
del caballo, éste no podrá utilizar su fuerza –enorme en comparación con la nuestra- para
hacer lo que el instinto le dicta, por la sencilla razón de que le sacamos de su eje en ese preciso momento. ¡como si li hiciéramos una llave de jiu
jitsu no violenta! Y además, le flexibilizamos,
con lo que le hacemos mejor atleta
Tercera ley de NEWTON:
“Con toda acción ocurre
siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las acciones mutuas de dos
cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto”
A esta ley se
le llama también el “principio de acción y reacción”
Sobre esta ley hablaré en la próxima lección, centrándome en la acción del jinete sobre la rienda,
o sea, acción/reacción de mano/boca
Paz y espero que sirva a alguien.
José Manuel Sales Pons, "el Cura"
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