Revista Ecuestre de la Comunidad Valenciana
Aprovecho la ocasión que me brinda Fede Borredá para
escribir en la revista hípica de mi tierra y poder poner a la disposición de
mis paisanos –y no paisanos- mi experiencia con los caballos de mas de dos
tercios de siglo.
Como tal experiencia personal, presentaré una visión de la equitación que,
seguro, no va a contentar a todos, pero sí espero que ayude a muchos, sobre
todo a la gente, joven y madura, verdaderamente ilusionados con el caballo (por
no decir apasionados del caballo; añado, entre los cuales me considero).
Normalmente se me encasilla en la disciplina del salto –de
algo hay que vivir-, pero sigo diciendo que en lo que realmente soy experto,
porque es a lo que mas horas le he dedicado, es en Fundamentos de la Equitación.
Por eso pienso que en esta revista debo escribir sobre lo
que yo entiendo que son los Fundamentos de la Equitación, y en un lenguaje, en
castellano puro, lo mas asequible posible para todos lo lectores. Procurando poner ejemplos próximos a nuestra vida cotidiana.
¿Qué son los Fundamentos de la Equitación?
Tan sencillo como el equivalente a los de una catedral. ¿Qué
es lo que nos gusta de una catedral? lo que vemos. Y en las góticas, cuanto más
arriba miramos, mas nos gusta. Pero esa visión no sería posible sin una buena
base, que aguantara todo lo que vemos y, sobre todo, durante muchísimo tiempo.
(PEDRO FERNANDEZ DE ANDRADE, en su magnífico libro –sí, magnífico- “De la
Gineta de España”, dice: “casa sin cimiento, se cae presto”)
Lamentablemente, en
nuestro número del caballo, las prisas (¿quién no tiene prisas hoy en día? o,
¿a quién no le acucian?) nos hacen prescindir de conocimientos básicos, o de
fases que se debieran asentar sólidamente en la construcción de nuestra “propia
catedral” hípica. Yo, desde este púlpito laico, me voy a referir a los
conocimientos.
Se impone otra aclaración: ¿qué entiendo yo por Equitación?
Porque no es la misma relación la que se tiene con el caballo montado, que
enganchado o en libertad. Yo voy a hablar/escribir del caballo montado, con el
que nos relacionamos a través de nuestro equilibrio y tacto y, mínimamente, de
la voz. Las otras formas de relacionarse con el caballo –enganche, doma
natural-, dependen de otros sentidos.
Lo primero que nos planteamos a caballo, consciente o
inconscientemente es, no sólo en qué términos debemos establecer esa relación,
sino también la necesidad de control del caballo que nos lleva. Relacionarnos
con gente de nuestra propia lengua y cultura es muy fácil, por la sencilla
razón que se nos ha estado educando desde nuestra mas tierna infancia. Y lo
consideramos como lo mas natural. ¡Con la cantidad de horas de formación
(familia, escuela, deporte, etc) que nos ha llevado!. Pero con el caballo no
utilizamos la palabra, gestos, incluso entonación como con las otras personas,
sino nuestro propio equilibrio y nuestro tacto. Y estos sentidos sólo los
tenemos educados para nuestras necesidades cotidianas…. que no tienen nada que
ver con la equitación, o sea, con el caballo montado. A esto añadimos la
necesidad de control (es mas, en todo momento y en todo lugar). Lamentablemente,
la solución fácil a la relación y control, es el uso –y abuso- de la fuerza. Es
lo que hemos visto a lo largo de la Historia sobre lo que se ha hecho con el
caballo, desde su domesticación hace 5000 años aproximadamente, hasta hace menos de tres siglos en que se empezó
a dulcificar las embocaduras y espuelas.
Pero desde que el caballo, a mediados del siglo pasado, pasó
de ser un instrumento de trabajo muy importante para la humanidad a abrirse
camino para ocupar un puesto tambien importante en nuestro tiempo de ocio, la
relación/control que existe entre caballo/humano –y que perdura desde que nos
montamos hasta que nos bajamos del caballo-, ha evolucionado y para bien del
caballo. Cada vez se habla menos de sumisión – en el sentido peyorativo-, y mas
en términos de colaboración humano/caballo. Seguimos siendo dependientes de la
relación y el control, pero sobre bases totalmente distintas. Si algo nos ha
demostrado el caballo a lo largo de la historia, ha sido su espíritu de
colaboración que nos ha permitido llegar a donde hemos llegado hoy en día. Y el
hombre, lo ha convertido en su esclavo. Incluso hoy, en pleno siglo XXi en que
se nos llena la boca de buscar el bienestar del caballo, de hecho, seguimos
tratándolo demasiadas veces como esclavo. Por lo menos, la posibilidad de un
planteamiento nuevo existe. Empiezo por la relación. Insisto, con el caballo
montado.
El instrumento del que nos servimos –nos relacionamos- en
nuestra práctica deportiva, el caballo, también piensa, aunque de una manera
totalmente distinta a la nuestra y por dos razones fundamentales: la primera
porque, como animal, no puede razonar (carece de lóbulo prefrontal, cerebro
pensante) , luego ni tiene sentido moral ni del tiempo. Segundo, el caballo es
la masa transportadora y nosotros somos la masa transportada. Esto es fácil de
entender si reflexionamos o recordamos
situaciones parecidas, como llevar a un niño a hombros o en brazos, por gusto y
también por necesidad. Y la forma de relacionarnos –la comunicación-, como decía antes, es a través
del equilibrio y el tacto. Pero no es el equilibrio de cada día, como cuando
caminamos o corremos en que depende de nuestros pies el apoyarnos en el suelo y
la información que recibimos del mismo es a través de las plantas; sino el
equilibrio a caballo, en el que el “suelo” sobre el que nos apoyamos es móvil,
y en lugar de hacerlo sobre los pies, lo
hacemos sobre el culo –lo correcto será sobre los isquiones- y la información
que recibíamos de la planta de los pies ahora la recibimos a través del culo –o
asiento, como se dice vulgarmente-. Lo que mas nos afecta es la inseguridad por
falta de práctica….. y por ser una masa transportada. De ahí, la necesidad
–perentoria- de control.
¿Quién no ha pasado miedo cuando nos han llevado a hombros?
¿Quién no ha pasado miedo yendo de copiloto en un coche o de paquete en una
moto?, y no digamos ¿quién no ha pasado miedo en el avión? El motivo de todos
los miedos es, siempre, el mismo: nos
llevan –somos masa transportada-, y no somos nosotros los conductores
–controladores- del vehículo. El problema a caballo, es exactamente el mismo. Las
dos soluciones extremas, porque no necesitan educación –son puramente
instintivas-, son el abandono (porque, o cuando, no hay peligro) por un
lado, y la utilización de la fuerza por
otro. En medio está la solución buena, la educada y que, como dice el CONDE
D’AURE:
“Conocer al caballo para montar mejor, y montar para
conocerle mejor”
Pero SAN AGUSTIN, que no era caballista pero sí gran
conocedor de la naturaleza humana, al hablar de su relación divina –y que
podemos trasladar a nuestra relación con el caballo-, decía:
Conocerte, conocerme
Que, para nosotros, supondría:
Conocer al caballo, pero también conocernos a nosotros
mismos.
Lamentablemente, de la famosa frase del templo de Apolo, en
Delfos, sólo se recuerda la primera parte y que, toda ella, nos sirve como
caballistas, desde el debutante hasta el experto:
Conócete a ti mismo. Nada en exceso.
Seguiremos hablando del caballo y del caballista. Paz http://www.equi-val.com/
Todo lo que favorezca difundir la cultura ecuestre, sea bienvenido, en un país como este que la cultura de cualquier tipo, cada vez esta mas discriminada.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo, en lo del mundo de las prisas en el que vivimos, donde solo se buscan resultados rápidos......Ya sabemos lo que decía Napoleón a su ayuda de cámara: "Vísteme despacio, que llevo prisa".
Yo me aplico el dicho y la verdad es que avanzo, mas deprisa y constante que antes, que me dejaba de llevar por los demás, por acelerar los procesos...
Saludos.
Seguiremos tus relatos sobre una materia sobre la que tanto se ha escrito, pero cada uno le dá su visión. Seguro que con tus enseñanzas todos aprenderemos algo.
ResponderEliminarSaludos de Gabriel.
http://ggjineteraid.blogspot.com.es/