(Publicado en el ultimo número de la revista GALOPE)
En el trabajo anterior, explicaba las bases del ejercicio y detallaba su ejecución al paso.
Al trote y al galope, donde la secuencia de los trancos es más rápida, los gestos de alargar y acortar también deben ser más rápidos para no desfasarse del caballo; dicho de otro modo, que la coordinación de movimientos de jinete/amazona-caballo, sea la correcta en todo momento. Lo mismo ocurre con el asiento: hay que evitar en los primeros trancos de la transición el dar culadas; concentración y aductores (ojo con no confundir con los abductores. A caballo, los verdaderamente importantes, son los aductores).
Otra
aclaración: las referencias que hago a la nuca. No es que considere que la nuca
sea la articulación más importante del balancín cuello-cabeza del caballo, sino
que es la mejor referencia visual que tenemos de la cabeza del caballo: su nuca
es lo que tenemos más a la vista. Insisto: las tres articulaciones
verdaderamente importantes que estamos manejando con nuestras manos continuamente son: mandíbula, nuca y base del
cuello. Son como los líquidos del motor de un coche, todos son necesarios, y en
su justa medida. Para este trabajo, el ver que la nuca es el punto más alto del
cuello, es una referencia que no nos equivoca nunca.
También en
el artículo anterior he pretendido dejar bien claro que cambios bruscos de
equilibrio no quiere decir pasar de una posición desequilibrada a otra
equilibrada, sino pasar de un equilibrio adelantado a otro mucho más retrasado.
Un atleta, saltador de altura, nunca da una zancada en la que pierda el
equilibrio. En cambio, el velocista, necesita perder un momento el equilibrio
para poder dar la zancada más amplia.
Volviendo al
caballo, sí que es normal que, en los primeros compases de este ejercicio,
notemos que busca dejarse caer sobre nuestras manos. Hay que repetirle unas
cuantas veces –incluso siendo un poco bruscos con la mano- hasta dejárselo
claro, que no las subimos para que se apoye más en ellas sino para que suba la
nuca, o sea, el balancín cuello-cabeza. De aquí la importancia de que su cara
nunca se quede por detrás de la vertical. Si al sentir el caballo nuestra mano
lo primero que hace es cerrar mínimamente la nuca, cuanto más subamos las
manos, más se encapotará tirando hacia abajo en lugar de subir la cabeza.
Conclusión: hay que evitar que lo primero sea cerrar la nuca.
Esta
aclaración me lleva, también, a dejar clara la noción de contacto. Distinguir
entre contacto y apoyo es más fácil de lo que parece: sólo se necesita
concentración para habituarnos a discernir ambas sensaciones (y la habituación
es un problema de repetición; ni mas ni menos). Contacto es cuando no tenemos
sensación de aguantar al caballo y, con la misma tensión de riendas –o con un
cambio mínimo acompañando el cambio de ángulo de las riendas-, somos capaces de
hacerle pasar de una posición a otra. (Esto lo recomiendo también para los
giros: no es un problema de tirar sino de que el caballo avance y cambiar el
ángulo de las riendas, en este caso según el plano horizontal).
Apoyo es
cuando hay sensación de aguantar al caballo, aunque sea medio segundo, sobre
todo en los primeros trancos del cambio. Otra cosa es que nos acostumbremos a
convivir con ese apoyo porque no sepamos cómo evitarlo. Así pues, con el apoyo,
nosotros aguantamos al caballo, y con el contacto hacemos que el caballo se
aguante a sí mismo: nuestra mano no hace de quinta pata. Con contacto, nos
manejamos a caballo como si fuéramos una pareja de baile perfecta.
ALARGAR Y
ACORTAR EL TROTE
Es más
correcto que poner: acortar y alargar el trote. ¿Razón? Un músculo se acorta en
relación a lo que se alargue previamente. Además la reunión del caballo –a la
que aspiramos todos-, es un acortar de atrás (dorso que sube y pies que entran)
y un redondear y elevar de delante (cuello más cerca de la vertical, perfil
superior convexo –desde la cruz-, e
inferior cóncavo). En definitiva, concentración. Y el paso previo y necesario:
estiramientos. Lamentablemente, es muy humano dejar a mitad estirado de lo que
realmente necesita el caballo.
Si el
ejercicio al paso se ha hecho bien, pocas repeticiones necesita el caballo para
hacerlo bien al trote. Incluso al alargar, muy pronto aprende a no correr pero
sí amplía el tranco porque los pies han aprendido a entrar y a aguantarse más
sobre ellos.
El trote, al
contrario que el paso y galope –éstos son aires basculantes-, es un aire
saltado, por lo que el caballo utiliza algunos músculos distintos – los
antigravitatorios, los que hacen que dé saltitos-. Estos músculos, que en el
trote trabajan más, hacen que el rendimiento del galope sobre todo, sea mayor.
Por eso se dice que el trote es el aire que más muscula, lo cual es verdad sólo a medias. Hoy en día sabemos que, cuanto
más lento es un aire, más se entrenan los músculos que, lógicamente,
desarrollan la componente vertical de cualquier aire. Requisito necesario en la
doma y en el salto.
Cuando el
ejercicio se hace bien, y se respetan sus fases –sobre todo los primeros
trancos de la transición-, pronto se hace notar una sensación maravillosa: al
dejarle estirar el cuello e incitarle a que alargue, o amplíe, el tranco,
notamos en nuestro culo el empuje del caballo; prácticamente, sin necesidad de
utilizar la pierna. Es la consecuencia normal de una buena compresión; y también
el comienzo de la verdadera impulsión: deseo constante de ir hacia delante.
Esta sensación ya empieza a hacerse notar en el paso.
A partir del
trote, es muy importante que los alargamientos sean bastante mayores que los
acortamientos, en cuanto al número de trancos. ¿Hasta dónde hay que acortar?
Hasta que notemos que el caballo se aguanta sólo, con un contacto mano-boca
mínimo y sin necesidad de ayudarle con la pierna para avanzar: Es el momento
ideal para dejarle estirarse a tope. Recuerdo que esto para el caballo es un
alivio y la mejor recompensa posible, y para nosotros debe ser la confirmación
de que la reunión que se le ha pedido ha sido correcta.
ALARGAR Y
ACORTAR EL GALOPE
Misma
secuencia que en los aires anteriores.
A este aire añado dos variantes:
A este aire añado dos variantes:
1ª Al ser un
aire asimétrico (el bípedo lateral interior siempre va por delante del bípedo
lateral exterior), al acortar el galope llega un momento en que se cae al trote
porque no es capaz de aguantarse. Normalmente siempre suele hacerlo en el mismo
nivel de acortamiento. Y hay que enseñarle al caballo a que se aguante al
galope –por corto que sea- mientras no se le ordene lo contrario. Este es un
problema muy común en caballos de salto: no son capaces de aguantarse a un
galope muy reunido. Y resulta que, hoy en día, el nivel de reunión que necesita
el caballo de salto es tan exigente como el de un caballo de Alta Escuela.
Una vez el
caballo domina el alargar y acortar el galope, el siguiente paso es contar el número de trancos entre dos puntos
de referencia de la pista y que sean los mismos todos los días. Yo normalmente
utilizo de referencias dos aspersores fijos de los laterales de la pista, y que
estén separados entre 25 y 40 metros. Y cuento los trancos que soy capaz de
dar. Como siempre, respetando la progresión: la primera vez cuento los que da
cómodamente, y le voy exigiendo poco a poco. Siempre exigiendo un poco más pero
nunca forzando ni llegar a la pelea. Hasta dar, con el tiempo que haga falta,
trancos de metro y medio aguantándose el caballo a sí mismo; diciéndole sólo
cómo quiero que vaya
2ª Es muy
normal que el caballo se tuerza un poco al exigirle la reunión. La manera más
fácil de corregir los fallos de rectitud es hacer un pasillo de unos 12/15
metros de largo con barras de salto de obstáculos. El ancho, se empieza por
poco más de un metro y se estrecha hasta los 80 centímetros aproximadamente.
Pronto empieza el caballo a habituarse al pasillo. Y cuando empezamos a pedirle
que acorte dentro del pasillo, las primeras veces es normal oír golpear una de
las barras con un pie: señal de que se torcía. A las pocas repeticiones, se
acabaron los golpes a las barras.
Este pasillo
es también buenísimo delante de un obstáculo para enseñarle al caballo a ir
recto. No les queda más remedio que empujar con los dos pies por igual, con lo
cual el salto será mucho más eficaz que el del mismo caballo desigualando sus
pies en la batida. Es tan breve ese tiempo, que no somos conscientes de lo que
pasa. Sí que nos enteramos de la consecuencia: que el caballo se “alivia” hacia
un lado porque no es capaz de saltar recto.
Paz y espero que os sirva a alguien
Paz y espero que os sirva a alguien
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