¿Quién, montando a caballo, no ha tenido alguna vez miedo?
Esa sensación de incertidumbre que recorre todo el cuerpo y que en algunos
momentos hípicos, convivimos con ella.
En muchas ocasiones, ese miedo se vence y da lugar a una
gran sensación de bienestar, al haber superado las trabas que te ponía en el momento de dar un paso más.
Pero en otras ocasiones, ese miedo no convive contigo, sino
que se apodera de ti.
Nuestra persona almacena en su memoria diferentes creencias,
buenas o malas, sobre diferentes acciones o comportamientos que realizamos; por
eso , si nuestro cuerpo relaciona ciertas acciones hípicas (como saltar,
galopar, etc..) con creencias malas…. pobres de nosotros!!
Al realizar una acción sobre la que nuestro cuerpo tiene una
creencia negativa ( por ejemplo, si estamos saltando y anteriormente nos hemos
caído y nos hemos hecho daño) éste nos envía diferentes síntomas como sudor,
malos pensamientos, nerviosismo, taquicardia, temblor, etc.. para que
desistamos de hacer dicha acción. En nuestro cuerpo se enciende una alarma
alertándonos de un peligro.
El problema es que no
siempre podemos hacer caso de nuestro cuerpo, ya que éste no actuará como mejor sea, sino que actuará por
comodidad. Es más cómodo alertar de una acción que le parece peligrosa en lugar de enfrentarse a
ella. Y ahí entra la frustración: ver como otra gente galopa, salta, monta
potros …. y además disfruta!!!
Aquí solo hay dos salidas: o dejarte arrastrar por la frustración
y la negatividad o enfrentarte con uñas y dientes a tu cuerpo e intentar
cambiar ciertas creencias negativas por creencias positivas. Con la primera
opción, solo sentirás tristeza y abatimiento; con la segunda hallarás fuerza,
coraje, alegría y seguridad en ti mismo.
Por repetición aprenden los caballos, y por repetición
aprenderemos nosotros a cambiar nuestra situación y a mejorar nuestras
opciones. Aunque nuestro cuerpo nos envíe estímulos negativos para persuadirnos
de que dejemos de hacer diferentes acciones, nosotros tenemos que tener muy
claro lo que queremos y hacia donde queremos ir; debemos pasar de nuestro
cuerpo. Al hacer esto, y al repetirlo “las veces que sea necesario”, llegará un
momento que nuestro cuerpo se cansará de enviarnos estímulos negativos y, al
ver que nosotros no le hacemos caso, un día, sin que nos demos cuenta,
dejaremos de tener miedo.
MI COMENTARIO
Hace un tiempo, hablando con mi hijo Paco del tema (continúa
siendo asesor hípico mío), comparaba un caso como el que nos cuenta Laura, con
la escena archiconocida de Don Quijote y los molinos de viento: donde sólo
había unos molinos de viento, Don Quijote ase empeñaba en ver gigantes. Claro,
así le fue. Estos son ejemplos de lo que Daniel Goleman nos dice en su “Inteligencia
Emocional” –citando a Borkoviek-: “<las imágenes son más poderosas que los
pensamientos a la hora de activar la ansiedad fisiológica>”. Justo lo que
ocurre ante el salto.
Dicho de otro modo: en los trancos previos al salto -2, 3
segundos como máximo-, la amígdala –que nos hace tomar decisiones sin
reflexionar-, nos incita al “sálvese quien pueda”, con lo cual “todo vale”, y
el neocortex, que es el que tiene claro cual es la técnica ideal del salto,
como necesita tiempo de reflexión y los 2 ó 3 segundos no dan para ello, acaba
siendo la amígdala la que toma la última decisión. El caballo, que no entiende
de distingos, sí que percibe que no se le facilita la labor para saltar en
buenas condiciones. Ël, el caballo, se
agarra como a un clavo ardiendo a lo que más le interesa……. que difícilmente
coincide con nuestros intereses. Sicológicamente hay una diferencia enorme
entre masa transportadora (en nuestro caso, el caballo) y masa transportada
(jinete/amazona). Esto es fácil de
comprobar si, cerrando los ojos, imaginamos que alguien nos lleva a
hombros o somos nosotros los que llevamos a alguien –normalmente un niño- a
hombros.
Laurent Hermoye, de la Universidad de Lovaina, creo que nos
aclara la cuestión: “La diferencia entre un novato y un campeón no es la
aptitud motriz sino, sobre todo, la habilidad del jinete para captar sutiles
modificaciones de su caballo (equilibrio, velocidad, voluntad, etc), reaccionando de manera apropiada, modificando
su comportamiento”
Resumiendo, podría
decir:
-El novato sólo se preocupa de su seguridad y de pasar el
salto como sea. Su cardiograma con dientes de sierra. No tiene tiempo para
pensar en el caballo
- El caballista,
siempre pendiente de la información que le envía su caballo en todo momento. Su
cardiograma, plano. Si algo le afecta, será la actitud del caballo, pero nunca
–o casi nunca- el salto. Lo contrario que al novato o a la temerosa…….
Paz y espero que os sirva a alguien
El miedo es lo que nos salvó durante miles y miles de años de ser devorados y de cualquier otro peligro. Es un instinto primario, y que por cierto, compartimos con équidos y con el resto de animales.
ResponderEliminarAhora bien, con el desarrollo del cortex (imaginación, inteligenccia...), la humanidad fue consiguiendo sus grandes logros. La equitación es uno de ellos.
Si sabemos situar al miedo en su lugar, y a la vez usamos el resto de herramientas que tenemos al alcance, empezamos a superar obstáculos, sea un salto hípico u de cualquier otra índole.
Maestro, maravillosa el ejemplo de don Alonso Quijano, pues el cerebro ve, lo que solo quiere ver. Tanto si decimos que no podemos, como que podemos, tendremos razón. Si antes de llegar al salto, ya estamos creyendo que no saltaremos, nuestro cerebro manda una serie de órdenes a nuestro cuerpo que nos lo pondrán muy difícil para superar ese salto, cosa que el caballo por supuesto notará.
Si por el contrario nos visualizamos superando el obstáculo limpiamente, nos creemos que podemos, nuestro cerebro pone todo el cuerpo flexible y con disposición positiva a la hora de encarar el salto, lo cual es percibido por el caballo, y he ahí que el binomio estará poniendo todo de su parte para superar el obstáculo.
Y si por lo que sea, se falla, a seguir trabajando y creyendo siempre en que es posible, porque en el momento que creamos que es imposible...también tendremos razón.
Saludos.
Hola jose Manuel , me llamo Jorge y llevo leyendo este blog durante mucho tiempo, me gustaría que hablaras sobre las oportunidades que tenemos los jóvenes de irnos a montar a fuera, a aprender, empezando desde mozo y avanzando, un saludo
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