(Publicado en la revista GALOPE nº 63)
Llevaba años detrás de este libro. Mejor dicho, del “Nuevo
discurso de la Gineta de España sobre el uso del cabezón”, del mismo autor y
publicado en 1616. Por fin, gracias a
Tomas Mateo Cubero, sevillano como el autor del libro –y el que me proporcionó
el enlace-, y a Carlos Hernández López, mi cirineo bibliófilo, he podido leer
este primer tratado, lápiz en ristre para subrayar y hacer anotaciones al
margen.
Como todo lo español, despechado y desechado de la historia
de la Equitación europea. Un ejemplo del
despecho o ignorancia de lo español: en el magnífico museo del caballo de
Saumur, al menos cuando yo lo visité hace unos cuantos años, no encontré ni
rastro de nuestra vaquera (es una equitación de resultados inmediatos: el toro
bravo no da para más, ni para menos). Para mí, una de las equitaciones más
perfectas desde tiempo inmemorial. Su gran problema: su transmisión oral que
aún hoy perdura en el campo bravo. Consecuencia de ello ha sido lo difícil de
salir de su entorno y además, creo yo,
ser celosos de su entorno.
Este libro se publicó en 1599. De su autor, el ilustre
sevillano PERO FERNANDEZ DE ANDRADA, sabemos cosas, como que:
1ª.- Fue un gran conocedor de su oficio de caballista: llama
–y se llama a sí mismo- “práctico”, al caballista experto.
2ª.- Sin lugar a dudas, una persona de una cultura inmensa. Estudioso
de todos los clásicos grecolatinos y de las Sagradas Escrituras, utiliza el
razonamiento basado en la autoridad,
para justificar sus experiencias con los caballos. De esta manera nos
enteramos de lo que pensaban -o sabían-
sobre los caballos autores de la talla de Aristóteles, Homero, Estrabón,
Herodoto, Virgilio, Plinio, por supuesto, y sobre todo, Jenofonte, Zacarías y
un larguísimo etcétera de autores clásicos. Más parecido a su ilustre antecesor
en el siglo, Copérnico, (quien también usó el argumento de autoridad para demostrar
lo indemostrable, entonces, de las esferas celestes), que a cualquier otro
autor de temas hípicos de su época e incluso moderno. Tal vez también hubiera
podido revolucionar la Equitación pero, por la razón que fuere, no pudo ser.
3ª.- Defensor a ultranza de nuestra Equitación española –a
la Gineta-, muy distinta de la europea de entonces: la Brida. En este tema no
utiliza los argumentos de autoridad sino analizando los por qué de una y otra
monta. Sigo pensando que la gran diferencia estaba en que en España había toros
bravos –peor todavía, salvajes-, y en el resto de Europa, no los había (Algo parecido
al toro bravo debió haber en la cultura minoica, pero de ello hace más de tres
mil años. Y de Polonia -que yo sepa-, lo que nos dejó escrito Don José Ortega y
Gasset). Quiero recordar que el origen
del rejoneo, o primeros festejos taurinos, fue como sucedáneo de torneos y
justas: en lugar de luchas entre personas –o caballeros-, en España se optó por
la lucha del caballero contra un animal:
el toro bravo. Las consecuencias, felizmente, fueron otras: pocos problemas
físicos sufría el caballero . El que sí estaba condenado de antemano a
morir, era el toro. Lógicamente. Este
nuevo deporte requería una equitación totalmente distinta. Para mí, la
diferencia más importante entre la Brida y la Gineta está en el principio
primordial –valga la redundancia- de la Equitación: el sentimiento y tacto
ecuestres: no hay más que ver la impedimenta –incluídos guantes- de caballo y
caballero a la Brida, que imposibilitaban
el más mínimo sentimiento y tacto ecuestres. No así en la Gineta, donde
eran totalmente necesarios.
Sobre las diferencias entre la Brida y la Gineta, dice el
autor en la página 44:
“Y para no cansar a
los que no son aficionados, no refiero todos sus provechos, primores y “ galas: pero basta conocer que es Caballería (la
Gineta) de mucho ingenio: pues lo que en “otras (la Brida) se hace con fuerzas
de cabezones, y gamarras, y frenos fuertes, y otros “artificios violentos: se
hace en ella con sólo buen entendimiento y blandura, de modo que la
“rusticidad, y braveza de los caballos se muda, o trueca en conocimiento claro,
de lo que se les “muestra”.
(Sobre la Gineta y la Brida, en esta revista se han
publicado artículos muy interesantes de Julia García Rafols y de Luis Miguel Font en Equival)
4ª Bondad de los
caballos de España: éste es, además, el
título del capítulo XIIII del primer
libro de los dos que conforman “De la Gineta de España”. Y sobre el tema del
caballo español de los siglos XVI al XVIII quiero extenderme más porque, hoy en día, desgraciadamente
pocos aficionados a y del caballo
conocen la importancia que tuvo el caballo español en los siglos
citados. Mis argumentos de autoridad son los siguientes:
--HERNAN CORTES: “No nos quedaba después de Dios más ayuda
que la de los caballos”. (Es la única frase que se me quedó grabada de cuando
tuve que estudiar sus cartas cuando estudié preu hace 54 años ) La
calidad de los caballos –españoles- de entonces, incuestionable. Es curioso que
entonces se dió el mismo fenómeno histórico de la invasión de la península
helénica por los escitas: ambos pueblos
invadidos creyeron que los invasores eran centauros. El nombre se les puso
después, lógicamente . Esta frase se debió escribir alrededor de 1525. Y los
caballos que aguantaron la conquista del nuevo mundo, eran de máxima calidad: andaluces
--LA BROUE: padre –no reconocido- de la equitación francesa,
dijo: “Durante siglos, las yeguadas de España surten de caballos de élite a los
caballeros”
--PLUVINEL: padre –reconocido- de la equitación francesa, aparece en todos
sus grabados sobre el pura raza andaluz “Bonito”.
DUQUE DE NEWCASTLE:
“El andaluz es el caballo más noble que existe en el mundo, el más
bello, el más digno de ser montado por un rey”
LA GUERINIERE: “De las yeguadas de Andalucía salen los
mejores caballos”. (me pregunto qué
importancia tendrían hoy en día PLUVINEL y
LA GUERINIERE sin sus
correspondientes grabadores: CRISPIN DE
PAS del primero y PARROCEL del segundo)
BARON DE EISEMBERG:
“La experiencia ha hecho conocer suficientemente que el caballo de
España es sin discusión, de todos los caballos del mundo, el más perfecto, no
solamente por su talla, sino también porque es dispuesto, vigoroso y dócil”.
--PEDRO FERNANDEZ DE ANDRADA: Nuestro autor, para justificar
la bondad de los caballos españoles, y aún los mejores, los de Andalucía y ,
los mejores de la región, los de Sevilla, Córdoba y Jerez de la Frontera, aporta los argumentos que dan Absirto,
Solino, Pomponio Mela, Estrabón y
Plinio.
--Incluso las “royal mares” (siglo XVIII), origen del stud
book del pura sangre inglés, eran yeguas de origen español
Desde los confines del tiempo hasta hoy, donde han nacido
los mejores caballos, también allí han
sido los mejores jinetes. Y España, seguro, no ha sido una excepción. Por la
razón que sea, muy poco conocidos. HUZARD, encargado en la nueva Enciclopedia
(fines s. XVIII, principios s. XIX) del tema caballos, se extrañaba de que “poseyendo los Españoles los más hermosos
Caballos de la Europa no se dedicasen con esmero a la Albeytería, y que no
tuviesen obras que tratasen de este tan
importante arte”. Y más adelante añade
“que los Españoles carecían de escritos
de Albeytería y de Equitación”. Lamentablemente, no es que no tuviéramos
tratados, sencillamente que no traspasaron los Pirineos.
Mi propósito es desempolvar un poco, no sólo la literatura
hispana, sino la ibérica (libros portugueses importantísimos del siglo XV y
siguientes) como cofundadores de la equitación moderna. El mismo respeto que los grandes autores italianos (GRISONE,
FIASCHI, PIGNATELLI), franceses (PLUVINEL, LA BROUE, LA GUERINIERE, DUPATY DE
CLAM), ingleses (W. CAVENDISH), incluso alemanes (VON EISEMBERG), tienen
nuestro autores ibéricos.
Por citar los más
importantes: el rey DUARTE, TELES DE MENESES, MANUEL CARLOS DE ANDRADE y M. de
MARIALVA de Portugal.
Y españoles: SUAREZ
DE PERALTA, FERNANDEZ DE ANDRADA, GREGORIO DE TAPIA y VARGAS-MACHUCA.
Considerando que se publicó hace 413 años, poco nos puede
aportar técnicamente a nuestra
equitación diaria, como la mayoría de los clásicos. Pero, también como la
mayoría de los clásicos, nos ayuda a reflexionar sobre nuestra equitación y a
conocer la equitación de entonces. Creo que fue NAPOLEON el que dijo que el que
no conoce la Historia, está condenado a repetirla (como queriendo decir, a caer
en los mismos errores….. como sigue ocurriendo hoy en nuestro número del caballo) ). Sin lugar a dudas, un libro de caballos tan
importante como el que más de los clásicos europeos. Y en español. Un español
del siglo XVII, con la tipografía y ortografía de entonces. A pesar de ello,
ameno y entretenido de leer.
Paz y espero que sirva a alguien.
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