Se me ocurren dos ejemplos muy sencillos de buscar el gesto confortable y económico del caballo. Y a poco que nos pongamos en su lugar –que empaticemos- lo entenderemos perfectamente (creo): trote a la inglesa y transición trote-paso, por ejemplo.
1º trote a la inglesa. Si lo hago con las piernas un poco flojas - inevitablemente algo me moveré en la montura-, y la espalda en la vertical –también serán inevitables las culadas-, y como consecuencia de ambas cosas, en el uno-dos, habrá un momento muy breve en que también me agarraré de las riendas. El caballo sufriendo la falta de fijeza, las culadas y los breves agarrones de boca. En cambio, si troto con las rodillas pegadas –fijeza sobre la montura: aductores-, la espalda ligeramente delante de la vertical para que no haya ningún segmento de mi cuerpo en la vertical –evito las culadas porque también las ingles harán de amortiguadores-y la mano manteniendo el mismo contacto en el uno-dos –en esta posición es posible a falta de concentración-, el caballo podrá manejar su cuerpo para manejarse lo más cómodamente posible. De esta manera nosotros nos ponemos a favor del caballo en lugar de en contra.
2º transición trote paso, por ejemplo: la que facilita al caballo gestos confortables y económicos: pierna –me refiero a pantorrilla, talón o espuela- silenciosa o no-activa para evitar contradecir al caballo. Asiento acompañante siguiendo el trote a la inglesa hasta el último tranco de trote para no echar peso sobre el dorso durante la transición. Tensar riendas con los dedos –mano que no vaya hacia atrás, ni siquiera que tire hacia atrás-, con lo cual el caballo mantiene cuello y cabeza en la misma posición: no le queda mas remedio que hacer la transición metiendo los pies sin perder el equilibrio, o sea, sin dejarse caer en las manos.
¿Y qué pasa con la tradición? No cabe duda que desde hace 2500 años en que Jenofonte escribió el primer tratado de equitación que conocemos, hasta principios del siglo pasado, las obras que nos han legado demuestran que sus autores eran grandísimos caballistas, o sea, que sabían de caballos y además montaban bien. Y todos, sin conocerlo o sin ponerle nombre, buscaban -y conseguían- el gesto confortable y económico del caballo. Pero esto , sólo ellos y unos pocos más, eran capaces de hacerlo. También todos coincidían en ponerle nombre a su búsqueda: respetar las leyes de la Naturaleza. Pero resulta que la Naturaleza, como ya nos advirtió Aristóteles, es mucho más de lo que vemos y sentimos. La verdad –incluso la del caballo- es incompleta y penúltima. Incompleta porque nunca llegaremos al final, y penúltima porque siempre habrá un conocimiento nuevo. Nos preocupamos de ver y sentir al caballo, pero muy poco -y desde hace poco tiempo-, por lo que siente el caballo. LUCY REES, en esta misma revista y desde su perspectiva, nos enseña a pensar en y como caballo con conocimiento de causa . Un ejemplo de la mecánica del caballo: la articulación de la base del cuello como no se ve ha sido, y sigue siendo para muchos, la gran ignorada. Pero, siempre, el caballo siente cuando funciona bien y cuando mal. Obligación del caballista es conocer esto y mucho más del caballo.
En el próximo número haré una recopilación de cómo los grandes autores, a lo largo de la historia desde Jenofonte a nuestros días, interpretan el gesto confortable y
económico.
Paz y espero que os sirva a alguien.
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