miércoles, 23 de mayo de 2012

ETOLOGIA 2 (Vicente Franch)


Siguiendo con la asignatura de ETOLOGIA,  y gracias a  Vicente –y a Eulalia- , publico  su segunda lección.
Paz y espero que  sirva a alguien……. además de a mí.
 En este capítulo hablaremos sobre cómo son los caballos.
Para conocer su naturaleza, sus valores y sus preferencias hay que conocer qué comen y como lo hacen (necesidades relacionadas con la alimentación), como perciben y captan el entorno y responden a este; y como funciona su vida social.
Son miedosos por naturaleza. Su condición de presas les ha proporcionado una rápida capacidad de reacción ante las amenazas. Sus sentidos están orientados a detectar estos peligros y cualquier cambio en el entorno. Por esta razón, ven mejor las siluetas y el movimiento que la definición. Detectan las vibraciones del suelo a través de sus cascos. Su oído y su olfato están mucho más desarrollados que el nuestro.
Son herbívoros. En libertad comen una amplia variedad de plantas que puede variar según sus necesidades fisiológicas del momento. Mientras comen, andan. Estos desplazamientos, que incluyen la búsqueda de agua o de los mejores pastos, pueden llegar a los 10 kilómetros diarios.
Su forma de relacionarse es importante y conocerla es clave para relacionarnos nosotros con ellos. En libertad, viven en grupos de un semental con algunas yeguas y sus potros. La yegua mas vieja suele ser la líder de la manada. No dirige a sus miembros sino que toma la iniciativa ante determinadas situaciones y los demás la siguen por voluntad propia. La edad y la experiencia de ésta, dan seguridad a los miembros de la manada. Conocer el terreno, lo que hay en el, dónde buscar o donde ir ante una amenaza, es una forma de “control del espacio”.
Los caballos no se organizan en base a una jerarquía de dominancia. No hay ningún individuo que esté por encima de los demás ni que controle o organice a otros miembros de la manada. Podemos observar situaciones en las que un individuo parece decir a otro que se vaya, mostrando gestos tales como poner las orejas hacia atrás, lanzar un mordisco o lanzando una coz. El que se va, puede hacerlo sin más o mostrando también señales de desacuerdo. El caballo que “echa” lo único que hace con este gesto es reclamar el espacio donde estaba el otro y lo que había en él; o simplemente evitar que se acerque. Esto es otra forma de “control del  espacio”. A diferencia de los animales jerárquicos, donde el que “manda” controla a los demás individuos, aquí lo único que se controla es el espacio o los recursos. En la vida natural, estas muestras son poco frecuentes pero cuando los caballos viven con limitaciones en cuanto a sus necesidades (espacio, alimento…) la competencia, el control de los recursos y los gestos agresivos son mucho más frecuentes.  Esto no es natural para ellos.
Una elevada frecuencia de muestras de agresividad no es sinónimo de liderazgo ni de fortaleza. Tiene que ver con las condiciones de vida y con el carácter y temperamento de cada individuo.  
Su miedo natural podemos utilizarlo para relacionarnos con ellos, para que elijan permanecer a nuestro lado mientras estén en nuestro entorno humano, bajo cada circunstancia que creemos con ellos. Deberemos mostrarnos como el líder seguro en quien confiar. Esto no es tarea fácil. En el próximo capítulo hablaremos de cómo hacerlo y de cómo aplicar su forma de ser, sus valores y sus necesidades a las condiciones de vida, al manejo y al trabajo. Si se generan preguntas sobre lo expuesto hasta ahora, no duden en hacerlas. Este capítulo está hecho con la colaboración de la bióloga Eulalia Roger

jueves, 10 de mayo de 2012

¿NO HAY LIMITES JUAN?

¿NO HAY LIMITES, JUAN?, pensó y sonrió. Su carrera hacia el aprendizaje había empezado”. Con esta frase acaba la fabulosa fábula de “Juan Salvador Gaviota”, y con ella empiezo para hablaros de mi amigo Juan  D-M y su caballo Goracio.
Juan, la verdad, es mucho más que un amigo porque, entre otras razones, es hijo de mi entrañable maestro Perico Domínguez Manjón. Sin lugar a dudas, es la entrada del blog que más me está costando y quisiera rematarla dignamente. Por eso recurro a “Juan Salvador Gaviota”,  porque Juan es un ejemplo muy próximo de superación diaria.
Juan  quedó parapléjico a raíz de un accidente hace un tercio de siglo  aproximadamente. A partir de entonces, su movilidad depende de una silla de ruedas y con buen respaldo, ya que la lesión está a la altura del esternón, con lo que no puede contar con sus abdominales para equilibrarse. A pesar de su nueva limitación, seguía dándose algún que otro paseo a caballo con su padre -mi maestro- por la finca de Onteniente.
Hace unos tres años se incorporó a la competición paraecuestre. Ha ido progresivamente tomándole gusto y concienciándose del nivel de exigencia de la competición. Y desde hace casi ocho meses trabajamos en equipo y compartimos trabajo, disciplina e ilusiones.
Goracio es nuestro compañero de fatigas. Además de María Eugenia, que es la encargada de las labores más rutinarias –lo propio de una esposa “comme il faut”–: darle cuerda con el “cordellet del cura”, y muchos etcéteras más. O sea, nuestro comodín. El equipo de ayudantes lo cierra Javier Aguirre y Carlos Figuerola (éstos también son dos chavales “comme il faut”), recientes sustitutos de Micol.
Decía que Goracio es un crack. Nos aguanta todo: inamovible en los tiempos de montar y desmontar –fundamentalísimo–, riguroso en el trabajo cotidiano y en la reprís. Eso sí, de vez en cuando nos da un sustillo para mostrarnos su personalidad, como queriendo decir “aquí estoy yo y manteneos atentos. Y si me exigís, quiero ver que vosotros también os exigís”. Pero, repito, es la seguridad personificada –o, caballeizada– (“San” Sócrates, hace muchos siglos, también nos habló de la caballeidad). El colmo ya sería que tuviera unos movimientos brillantes. No nos importa porque va progresando adecuadamente.
Los días que voy yo, lo monto previamente durante media hora o tres cuartos. Sobre todo me preocupo de poner su cuerpo –el de Goracio–  lo más en orden posible, que sus abdominales trabajen bien –fundamental, pies activos y que su dorso aguante bien a Juan–, y que no pese a la mano  para que las riendas sólo sirvan para transmitir órdenes. Juan sólo controla su cuerpo de esternón para arriba, y con sus brazos tiene que equilibrarse y con los dedos, dar órdenes. Lo que parecía casi imposible hace unos meses, ya lo va consiguiendo y con perspectivas, y ganas, de mejora.
Cuando se monta Juan, los primeros minutos hay que acompañarle llevando a Goracio con un ronzal, para que Juan sólo se tenga que preocupar de equilibrarse y de que sus piernas se vayan acomodando a la nueva postura. No me extraña que algunas veces me diga “yo qué pinto aquí arriba”, porque los primeros minutos son criminales, hasta que consigue equilibrarse, es un decir... A mí me lo dice de vez en cuando. Yo creo que él lo piensa todos los días.  Pero no quita para que cada día tenga –tengamos– más ilusión.
Pronto el trabajo cotidiano nos resulta divertidísimo  por los retos que nos vamos poniendo y la ilusión con que lo hacemos. Y aquí  vale lo de la canción de Manolo Escobar: “no me llames iluso porque tengo una ilusión”. Gracias a Dios, Juan no puede hablar de una ilusión sino de una cuantas.
Una de las cosas que estoy aprendiendo con Juan es que, además  de aspirar a algo impensable hace un tiempo, también aspira a hacer lo que está haciendo lo más perfecto posible. Como decía Séneca, hay que aprender, no para saber más sino para saber mejor.  Y a Juan Salvador Gaviota le dice su maestro que “el cielo no es un lugar ni un tiempo. El cielo consiste en ser perfecto”.
El cambio del paso de Goracio lo notamos en los primeros minutos en que hay que ir a su lado. Antes era un paso cansino y ahora casi nos toca correr. Conforme su relación o coordinación con el caballo va aumentando, le permite hacer cosas nuevas: unos pocos trancos en trote en extensión de verdad. Medias vueltas al paso (más vaqueras que clásicas) pero muy correctas. Y el passage le encanta a Juan. Hasta ha hecho sus pinitos con la espalda adentro. Soy yo el que tiene que ir parándole (en sentido metafórico).
Como este fin de semana corre el Campeonato de España Paraecuestre en Oliva Nova, llevamos muchos días concentrándonos en él. Yo creo que los nervios –el “gato” – le vienen de que este año aspira a hacerlo muchísimo mejor.
La lección que aprendo cada día de  Juan, cada día la misma, es que  nuestras limitaciones están en nuestra mente.  “Rompe las cadenas de tu pensamiento -dice J.S.G.- y romperás también las cadenas de tu cuerpo”. Pero también cada día con algo distinto, por lo mismo que dice J.S.G.: “no creas lo que tus ojos te dicen. Solo muestran limitaciones. Mira con tu entendimiento”.  Inevitable recordar la despedida del zorro al Principito:  “Adiós –dijo el zorro–.Este es mi secreto. Es muy sencillo: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”
Acompaño dos vídeos caseros de Juan de hace menos de tres semanas.  Observad un detalle importante: una pierna escayolada debido a un accidente doméstico. Lo cual no fue impedimento para que durante los preceptivos cuarenta días de llevar la escayola siguiera montando al paso sólo y sin estribos. Creo que en el segundo da hasta unos tranquitos de passage. Está claro que hace más el que quiere que el que puede.


Acabo como empieza Juan Salvador Gaviota:
“Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo”
A los amante de la filosofía, que relean al respecto lo que decían Parménides, Aristóteles y Lao Tse.
A los amantes de la Historia, el primer tomo de Arnold J. Toynbee. No tiene desperdicio.
A los amantes de la poesía, el “If” de R. Kipling y el “No te rindas” de M. Benedetti.
A los caballistas, además, les deseo lo que decía San Juan: “Amigo, asciende más alto”. Con su actitud, mi amigo Juan me lo recuerda cada día. Porque, al fin y al cabo, es la actitud y no las aptitudes la que nos lleva a la altitud
Paz y espero que os sirva a alguien
                               
   




martes, 1 de mayo de 2012

GESTO CONFORTABLE Y ECONÓMICO (2)

Se me ocurren dos ejemplos muy sencillos de buscar el gesto confortable y económico del caballo. Y a poco que nos pongamos en su lugar –que empaticemos- lo entenderemos perfectamente (creo): trote a la inglesa y transición trote-paso, por ejemplo. 

1º trote a la inglesa. Si lo hago con las piernas un poco flojas - inevitablemente algo me moveré en la montura-, y la espalda en la vertical –también serán inevitables las culadas-, y como consecuencia de ambas cosas, en el uno-dos, habrá un momento muy breve en que también me agarraré de las riendas. El caballo sufriendo la falta de fijeza, las culadas y los breves agarrones de boca. En cambio, si troto con las rodillas pegadas –fijeza sobre la montura: aductores-, la espalda ligeramente delante de la vertical para que no haya ningún segmento de mi cuerpo en la vertical –evito las culadas porque también las ingles harán de amortiguadores-y la mano manteniendo el mismo contacto en el uno-dos –en esta posición es posible a falta de concentración-, el caballo podrá manejar su cuerpo para manejarse lo más cómodamente posible. De esta manera nosotros nos ponemos a favor del caballo en lugar de en contra. 

2º transición trote paso, por ejemplo: la que facilita al caballo gestos confortables y económicos: pierna –me refiero a pantorrilla, talón o espuela- silenciosa o no-activa para evitar contradecir al caballo. Asiento acompañante siguiendo el trote a la inglesa hasta el último tranco de trote para no echar peso sobre el dorso durante la transición. Tensar riendas con los dedos –mano que no vaya hacia atrás, ni siquiera que tire hacia atrás-, con lo cual el caballo mantiene cuello y cabeza en la misma posición: no le queda mas remedio que hacer la transición metiendo los pies sin perder el equilibrio, o sea, sin dejarse caer en las manos. 

¿Y qué pasa con la tradición? No cabe duda que desde hace 2500 años en que Jenofonte escribió el primer tratado de equitación que conocemos, hasta principios del siglo pasado, las obras que nos han legado demuestran que sus autores eran grandísimos caballistas, o sea, que sabían de caballos y además montaban bien. Y todos, sin conocerlo o sin ponerle nombre, buscaban -y conseguían- el gesto confortable y económico del caballo. Pero esto , sólo ellos y unos pocos más, eran capaces de hacerlo. También todos coincidían en ponerle nombre a su búsqueda: respetar las leyes de la Naturaleza. Pero resulta que la Naturaleza, como ya nos advirtió Aristóteles, es mucho más de lo que vemos y sentimos. La verdad –incluso la del caballo- es incompleta y penúltima. Incompleta porque nunca llegaremos al final, y penúltima porque siempre habrá un conocimiento nuevo. Nos preocupamos de ver y sentir al caballo, pero muy poco -y desde hace poco tiempo-, por lo que siente el caballo. LUCY REES, en esta misma revista y desde su perspectiva, nos enseña a pensar en y como caballo con conocimiento de causa . Un ejemplo de la mecánica del caballo: la articulación de la base del cuello como no se ve ha sido, y sigue siendo para muchos, la gran ignorada. Pero, siempre, el caballo siente cuando funciona bien y cuando mal. Obligación del caballista es conocer esto y mucho más del caballo. 

En el próximo número haré una recopilación de cómo los grandes autores, a lo largo de la historia desde Jenofonte a nuestros días, interpretan el gesto confortable y económico. 

 Paz y espero que os sirva a alguien.