domingo, 26 de junio de 2011

Ocurrencias de... JUAN CAPSIR

Buenas a todos,

Soy Juan Capsir, un adulto de 30 años de edad que hace cosa de 3 años empezó a dar sus primeros pasos en este mundillo. Algunos me conoceréis, pero el 99% seguro q no!! Actualmente practico la disciplina de salto y después de 3 años de esfuerzo y dedicación, estoy corriendo 1,10 con aspiraciones hacer 1,20 en un corto periodo de tiempo.

Hablando con mi buen amigo José Manuel Sales acerca de un concursito que he disputado hace poco y haciendo una critica posterior, me comenta que debería emplear mis aductores para reducir la palanca de resistencia, de forma que me centaurice con el caballo y que sea capaz de no hacer caso a mi sistema límbico. Logicamente, después de explicarme el significado de cada concepto me doy cuenta de que que me quedan un montón de conceptos por aprender, algunos de ellos por descubrir, así que el camino se antoja duro y complicado.

En cuanto a los aductores, cierto es que cada día que entreno en casa con mi profesor Gustavo Cuicchi, él insiste en que trote en suspensión y que me coja con las rodillas, para poder mejorar un equilibrio que, en estos momentos, no es el mejor del mundo. Y también es verdad que el día que consigo centrarme en este asunto, además de encontrarme mucho más a gusto encima del caballo, la yegua se desenvuelve con muchísima más comodidad y formamos un conjunto más equilibrado, por lo que deduzco que ambos amigos y consejeros deben estar en lo cierto.

Por lo que concierne al sistema límbico, os puedo asegurar que es un gran traicionero!!! A mí me gusta llamarlo “instinto de supervivencia” y la verdad es que es capaz hacernos muy malas jugarretas. Si combinamos mi poca sujeción en los aductores con la “traición” del sistema límbico, mis recorridos se transforman en que me cojo al caballo del gemelo y lo aguanto con la mano o, más bien, la mano me aguanta a mí cuando me desequilibro. Y el recorrido se transforma en un sinfín de cambios de ritmo.

De este modo uno se pregunta: ¿No sería más fácil desobedecer al sistema límbico y sustentarse en el caballo con las rodillas (aductores) para no apretar tanto al caballo de forma que nuestra mano pudiera ser mas precisa y el equilibrio residiera en mi rodillas y no en las riendas?????? Evidentemente, la respuesta es sí, aunque en la práctica hay que tener las cosas muy claras para ser capaz de desobedecer en fracciones de segundo a lo que tu “instinto de supervivencia” dicta.

En resumen, y saliendo un poco de mis problemas hípicos que son personales e intransferibles, desde aquí me gustaría animaros para que trabajéis duro en dos aspectos: el físico y el mental, porque la conjunción de ambos debe ser la que nos lleve al éxito, perdón, al PROGRESO!!!.

Saludos a todos y gracias a José Manuel por brindarme esta oportunidad.

Juan Capsir

miércoles, 22 de junio de 2011

QUESTIONS EQUESTRES-1 (General L'Hotte): Enseñanza y Principios

1. ENSEÑANZA

Es bajo la inspiración de mis ilustres maestros, Baucher y D´Aure, y ayudándome también de una larga experiencia, hoy mi herencia, que voy a abordar algunas cuestiones ecuestres.
En equitación hace falta saber mucho para poder enseñar bien, incluso los principios. Al saber, el jinete‑profesor debe unir la inteligencia, la voluntad y, ante todo quizás, el sentimiento propio a su arte, tan útil para guiarle en su enseñanza como para su práctica personal.


2. PRINCIPIOS, DOCTRINA, MEDIOS, MÉTODO, VARIEDAD EN LA APLICACIÓN DE LOS PROCEDIMIENTOS DE ENSEÑANZA

En su enseñanza debe distinguir:
- Los principios: bases fundamentales del arte, establecidos por la experiencia y justificados por el razonamiento.
- La doctrina: que encuentra su expresión en las teorías procedentes del conjunto de los principios ensamblados entre sí.
- Los medios: que son los procedimientos de ejecución.
- El método: que une a los preceptos, los medios y regula el orden de su empleo.
Los medios, sirviendo a la aplicación de los principios, no pueden ser fijados de una manera invariable, bien sea por las características del jinete, bien por las del caballo.

También es preciso que, ayudado de su juicio, el cual debe siempre guiarle en su práctica personal como en su enseñanza, sepa elegir, entre los preceptos, aquellos que pueden ser aplicados por la persona que instruye, o que responden al empleo al cual el caballo está destinado.
Cualquiera que sea este empleo, el punto de partida de la obediencia del caballo es el mismo. No sabría, evidentemente, encontrarse en el deseo de sernos agradable, y todavía menos en el cumplimiento del deber. Reside únicamente en el instinto de conservación del animal, que le lleva a evitar el dolor, respondiendo a la advertencia procedente de agentes que pueden provocarlo, y, si fuera necesario, la producirían hasta la obediencia. Nuestros medios de dominación no tienen otra base.

Su empeño se incrusta en el caballo con la ayuda de la memoria, esta facultad de acordarse que el caballo posee en alto grado y que le conduce de discernir, a las impresiones que recibe de las ayudas, los matices tan variados que comporta su lenguaje.
Es a este lenguaje de las ayudas al que el caballo debe obedecer, y no a la rutina, a la cual solo hay que recurrir cuando se trata de una doma elemental, aplicada al caballo destinado a obedecer a todas las manos.
La rutina, es el resultado de numerosas repeticiones de movimientos, ejecutados siempre en el mismo orden: habiendo contraído el hábito el caballo los ejecuta por sí mismo y a veces en contra de la voluntad de su jinete.
Para cortarlo, y esto es indispensable cuando la doma tiene miras más altas, hay que variar constantemente el orden de los movimientos y jamás permitir al caballo tomar la iniciativa.

La ejecución no debe, entonces, hacerse más que a las órdenes de las ayudas, debiendo tener el caballo respeto más bien que temor, y aquí, pertenece a su lenguaje solo, no a la rutina, presidir a la obediencia del caballo, quien por otra parte, y cualquiera que sea el fin de la doma, se encuentra influenciada por: la moral del caballo, su temperamento, su grado de sangre y su conformación.

La moral del caballo
Es la fuente de donde emana su predisposición a entregarnos sus fuerzas, o por el contrario, a retenerlas. De ahí los caballos francos y generosos o, por el contrario, reacios, resabiados.

Su temperamento
Le hace apreciar de varias maneras el toque de los agentes llamados a gobernarle. Aquí, el caballo cosquilloso es de señalar de manera particular.

Su grado de sangre
Punto de partida de la energía y de la elasticidad de sus acciones, queda establecido por su origen, que le aproxima más a las razas superiores, árabe o P.S.I. (Pura Sangre Ingles). Se puede decir, sin exagerar, que en el caballo de silla, la nobleza de sangre reemplazará casi todo lo que pueda faltarle, mientras que nada podría reemplazarle. Solo aquellos que están dotados son de acero; los otros, los caballos comunes, no pueden ser más que de hierro.

La conformación
Se juzga con la ayuda de los conocimientos que todo verdadero jinete debe poseer sobre el exterior del caballo, la distribución de su peso, cuya buena repartición es indispensable para la regularidad de sus aires y la facilidad de conducción.
El caballo de silla debiendo ser rápido (ligero), la ligereza es una de las condiciones primordiales que debe llenar, siendo su movilidad, en principio, en razón inversa de su peso. No ocurre diferente en el hombre. No se ven Hércules, luchadores, hombres de constitución atlética, tener sitio entre los gimnastas, su peso se opone.
El caballo pesado, perdiendo su movilidad, pierde también su individualidad, y puede decirse que, a menos de estar dotados de grandes cualidades, bajo la montura todos los caballos pesados se parecen.

(Traducción libre de Questions equestres: General L'Hotte)