Si hay unas riendas que requieren un tacto especial, no cabe duda que son las alemanas. Pero antes que manejarlas con verdadero "tacto ecuestre", hace falta conocerlas bien.
Yo prefiero utilizar el nombre original de las mismas: "riendas deslizantes": así las llamaba el que, según parece, fue su inventor a mediados del siglo XVII, el Duque de Newcastle. Pronto se pusieron de moda en Alemania y de ahí debe proceder el nombre actual: riendas alemanas.
¿Por qué prefiero el nombre de riendas deslizantes? Porque en el nombre lleva implícita su función. Y, a su vez, esta función puede ser doble y opuesta, según se manejen de una u otra:
1ª manera: al fijar la mano respecto de la boca del caballo y empujando con las piernas, el caballo, al no encontrar un punto fijo porque las anillas del filete van resbalando sobre las riendas, baja la cabeza estirando el cuello. Es colocar al caballo en la posición "bajo y lejos", tan necesaria en la gimnasia de base de cualquier caballo. Según esta manera, el bíceps no se utiliza en absoluto y, para mantener la mano fija respecto de la boca del caballo, conforme éste baja la cabeza, el codo se va abriendo progresivamente: la mano sigue a la boca, manteniendo prácticamente la misma tensión. Sería la manera correcta de utilizar las riendas deslizantes: ayudarnos de ellas para colocar el balancín del caballo (su cuello y su cabeza) donde los gestos del caballo sean más confortables.
2ª manera: cuando la mano de j/a, en lugar de permanecer fija tira hacia atrás, la rienda hace de polea sobre la anilla del filete, multiplicando su potencia. Es la anilla del filete la que resbala sobre la rienda y no al contrario como en la primera manera. Esta segunda manera es la que desacredita a estas riendas: se utiliza principalmente el bíceps y el codo se cierra. Como siempre, lo fácil es tirar de las riendas y como, al ser polea, tiene un efecto multiplicador, "aguantar" al caballo es posible con "dos dedos", es decir, con un mínimo de fuerza. Pero actuando de esta manera, la posición del balancín del caballo (cuello y cabeza) es incorrecta, además de que provoca que el caballo encoja los músculos del cuello y, como consecuencia, su equilibrio sea también incorrecto. Es la manera nefasta y más habitual de utilizar estas riendas: nos hacen más fuertes a caballo pero no más listos y, por supuesto, en absoluto buenos caballistas.
Vivimos una época en que nuestra relación con el caballo se establece -o debe establecerse- más en términos de colaboración que de sumisión. No se trata tanto de dominar al caballo sino de hacer de él nuestra "pareja de baile", o sea, colaborar juntos para la obtención de un objetivo que, necesariamente, lo impone el caballista.
Según este principio, la mano, ayuda más activa del caballista, debe acomodarse a esta nueva forma de pensar en (o como) el caballo. En lecciones anteriores he procurado desmenuzar casi todas las posibilidades de nuestras manos: de lo que son, de lo que hacen instintivamente, a lo que deben hacer educadamente. A esto último sigue llamándosele "tacto ecuestre". Lógicamente, consecuencia del "sentimiento ecuestre".
Si hay una palabra importante en la práctica de la Equitación, es “ordenar”, y tanto más por su carácter ambivalente, pues puede querer decir:
1º Dar órdenes: si al menos éstas fueran siempre razonables como las que da el Rey del capítulo X de "El Principito"..... pero no suele ser así.
2º Poner orden: yo creo que esta es la clave de la Equitación. Mucho más importante que hacerle entender al caballo que "aquí el que manda soy yo y tú (caballo) no te cantees", es el ayudarle con nuestros conocimientos y nuestras acciones -"sentimiento y tacto ecuestres"- a que sus gestos sean confortables, es decir, los más apropiados y económicos para el objetivo que se busca. Y ¿qué, si no, se busca en todas las actividades deportivas e, incluso, en los trabajos cuya actividad física es repetitiva? Ello abocó en una nueva ciencia: la Ergonomía, ciencia que enseña en cada momento cuál es el gesto más confortable y, consiguientemente, más económico.
El problema está en que del dicho al hecho, hay un gran trecho. Repito por enésima vez lo que nos decía San Agustín: "Lo primero en el orden de la intención es lo último en el orden de la ejecución". Primer punto aclarado: previamente a dar órdenes razonables, hay que poner orden en el cuerpo del caballo para que sus gestos sean siempre confortables, es decir, los más apropiados a las acciones que deba acometer el caballo. Como todo deportista: llámese, Messi, Nadal, Gasol o Astolfi.
¿Cómo poner orden en el caballo con la mano? Haciendo justo lo contrario de lo que nos dicta el "instinto" (o el sistema límbico): hacer o incitar al caballo a que estire el cuello. ¿Razón? Es el primer ejercicio de calentamiento que realiza TODO deportista. Siempre se empieza por estirar y descontraer los músculos del cuello. Y en el caballo debiera ocurrir lo mismo, pero resulta que la mano -si no está bien educada- lo pone difícil porque empieza "instintivamente" siempre haciendo lo contrario. De la misma manera que nosotros para descontraer nuestro cuello lo doblamos a derecha e izquierda y lo estiramos hacia delante, así mismo hay que actuar sobre el cuello del caballo: empezar siempre por “flexiones laterales”. Lo mejor, doblarles el cuello por la base, pero progresivamente y, a continuación, dejarle que estire el cuello. En cada época siempre se ha hablado desde lo que se sabía, y aunque el lenguaje era bastante distinto -propio del concepto de Equitación que se tenía entonces-, el propio Duque de Newcastle habla de "flexibilizaciones extremas del cuello para ganar la cabeza y darle un buen apoyo con el fin de romper todas las resistencias". Esto lo conseguía a base de pedir “flexiones laterales” con las riendas deslizantes (y deja bien claro lo de las “flexiones laterales”).
Hoy en día, la mayoría de aficionados que utilizan las riendas alemanas, lo hacen para "enroscar" o "encoger" -lo mismo da- al caballo. En cambio, las “flexiones laterales” incitan al caballo a estirar el cuello. El que mejor lo explica, sin duda, es el Comandante Licart: Para estirar el cuello, primero incurvar. Aún lo dice más claro: "para desinvertir el cuello, doblarlo". La razón fisiológica que da es exactamente la misma que nosotros nos aplicamos para descontraer nuestro cuello: los músculos que nos contraen el cuello son antagónicos de los músculos con los que lo doblamos. Conclusión: si yo doblo el cuello estoy obligando a estirar los músculos que me lo encogen. Desde el Renacimiento, los autores hípicos han venido hablando de flexiones de tal o tal parte del cuello para decir lo mismo pero al estilo barroco. Y, desde luego, sin la claridad de ideas de Licart.
Hoy en día, los grandes maestros y especialistas en la mecánica de la Equitación, están de acuerdo en que las “flexiones laterales” deben preceder a las directas. Sólo Clinton Anderson -especialista de la monta western- afirma rotundamente que la “flexión lateral” es la clave de la flexión directa. Y sólo Jean Licart va al fondo de la cuestión y explica el por qué de la “flexión lateral”. No entiendo cómo este autor sigue sin estar traducido a nuestro idioma.
Paz y espero que sirva a alguien
Aveces empleo el rendaje Thiedemann o Ledering, cuyo mecanismo pienso que es similar al que expones para las riendas alemanas. El maestro que me enseño a ajustarlo me decía que eran como unas riendas alemanas pero "con control", ya que cuando el caballo va bien -siempre y cuando el ajuste sea correcto- éste no entra en acción. El que yo uso es muy fácil de fabricar: basta con dos cordeles y unos mosquetones, que van de la cincha -pasando por el filete- hasta un medio punto cosido en la rienda a unos 30 cm de la anilla del filete. A mi este rendaje me funciona, además pienso que me falta magisterio para emplear las alemanas -en verdad les tengo respeto- Me gustaría que nos dieses tu opinión sobre estas riendas.
ResponderEliminarUn abrazo José Manuel