En las lecciones anteriores he intentado analizar todas las posibilidades de acción de nuestras manos, con el fin de entender mejor nuestro proceso de educación de la mano como caballista. Es decir, lo que en nuestro argot se llama educación del tacto ecuestre. Es una manera de no llamarnos a engaño: cuanto mejor nos conozcamos y conozcamos el funcionamiento natural de nuestra mano, más fácil tendremos el camino que nos lleve al objetivo buscado: alcanzar el sentimiento y el tacto ecuestre.
Si para BAUCHER la doma del caballo consistía en cambiar sus fuerzas instintivas por fuerzas transmitidas por el jinete, yo creo que la doma o educación del jinete/amazona está en cambiar sus gestos instintivos en gestos educados y, sobre todo, comprensibles para el caballo. Mi manera de definir la Equitación es como sigue: “hacer gestos correctos para que el caballo me entienda”. Y como definir es acotar, creo que es una fórmula válida desde el punto de vista del proceso de educación del caballista. Como válida es otra frase que utilizo a menudo en mis clases: “Toda la fuerza en la mente y las piernas; nada en la mano”
De una frase de LENOBLE DU TEIL acerca de la “reunión” del caballo, me quedo con el final de la misma, y la considero como principio y reflexión diaria en mi actividad hípica. Dice así: ”por encima de esta modesta e indispensable exigencia, el jinete no actúa en absoluto por el bien del caballo, sino únicamente para una mayor facilidad de manejo (del caballo) y para su comodidad (del jinete)”
Realmente, lo primero que busca el jinete/amazona a caballo es su seguridad, que se traduce en la facilidad de manejo y la comodidad. Pero esto no debe ser el objetivo exclusivo, sino que el respeto al caballo y su comodidad –procurarle gestos confortables– deben ir parejos con la nuestra. A esto, hoy en día, se le ha puesto un nombre: empatía (aprender a ponerse en el sitio del caballo para procurarle el llevarnos lo mejor posible, y que todos sus gestos deportivos sean lo más económicos posibles). Lo que ahora se ha dado en llamar “caballo contento”. Es el mismo trato en el entrenamiento de cualquier deportista.
Desgraciadamente, la Historia le da la razón a LENOBLE DU TEIL. Pero también, gracias a los conocimientos actuales sobre el comportamiento y la biomecánica del caballo, –y a su cambio de estatus, de ser caballo-esclavo a caballo-colaborador–, el trato y el respeto al mismo están cambiando a mejor. No obstante, creo, aún veo poca voluntad por tener un mejor conocimiento o, mejor dicho, poco esfuerzo en aumentar nuestros conocimientos sobre el caballo e, incluso, sobre nosotros mismos.
Considerando que el sentimiento y tacto ecuestre sólo se consiguen prescindiendo de la fuerza –mucho más de lo que nos creemos–, y agudizando la sensibilidad –ya dije que la Equitación es cada vez más femenina–, prefiero transcribir lo que dice JEAN LICART al respecto, porque sigue siendo el que mejor lo explica:
“El jinete, encontrándose sobre una masa en movimiento sin punto de apoyo exterior, no puede pretender tener sobre ésta (masa en movimiento) una acción directa, inteligente y conveniente a base de acciones de fuerza
Toda acción de fuerza de las manos sobre esta masa en movimiento no puede más que provocar resistencias o defensas como consecuencia de la molestia o del dolor que producen.
La situación de un jinete sobre su caballo es un poco comparable a la de un maquinista sobre su locomotora. Tanto uno como el otro se encuentran en movimiento sin punto de apoyo exterior. Ahora bien, al maquinista no se le ocurre intentar parar su vehículo tirando de una cuerda, por ejemplo. Actuará sobre la fuerza propulsiva disminuyendo la presión y frenando los movimientos de las piezas móviles que aseguran la transmisión de la fuerza”
Y seguidamente, la idea fundamental:
“No es por la fuerza como se le debe mandar inteligentemente al caballo, sino actuando sobre el equilibrio del mismo, sobre la disposición y movimientos de su columna vertebral y sobre los gestos del cuello y de los miembros del caballo”.
Más adelante dice:
“La mano nunca debe oponerse directamente a la masa. No debe actuar sobre ésta más que a través de los resortes del cuello intercalados entre la mano y la masa del caballo”
En definitiva, lo que todos hacemos montados a caballo, es manejar dichos resortes (mejor o peor, más o menos conscientemente) y que son: mandíbula (articulación témporo-mandibular), nuca (articulación atlanto-occipital) y base del cuello (articulación cérvico-torácica). De ellas ya he hablado en lecciones anteriores. Insisto, la más importante por su desconocimiento, es la de la base del cuello. No es que sea más importante que las otras dos, sino que su ignorancia –el no echarle cuenta– la hace importantísima. Es prácticamente imposible manejar bien mandíbula y nuca –de todos conocidísimas– si no “le echamos cuenta” a la base del cuello.
PODHAJSKY define la permeabilidad como sigue: “cuando la tensión de rienda, actuando por el camino de la nuca, del cuello y dorso sobre el posterior del mismo lado, lo flexiona y lo carga”*
Siguiendo a LICART, cuando habla de desarrollar el valor de la mano dice:
“La buena mano puede y debe cultivarse hasta el punto en que se tenga la impresión de tener las manos en la crema o con la pluma, de tener los resortes de los dedos, de las muñecas y de los codos finos como los resortes de un reloj, hasta sentir y sopesar a todos los aires con el dedo meñique el peso de las riendas, de la embocadura y de la lengua del caballo, sin que por ello se pierda el contacto con la boca.”
En esta frase quedan bien claros los conceptos de tiempo, progresión y esfuerzo, necesarios. Y la importancia del dedo meñique. El dedo vaqueroso por excelencia.
“Cultivar la mano es, primeramente, aprender a no tirar, y seguidamente, permitir que se abran hacia delante los resortes.
Lo importante es desarrollar los reflejos de las manos que ceden, y de los brazos que se estiran”.
O sea, no quedarse trincado de los dedos y, sobre todo, aprender a relajar el codo. Dedos y codo en perfecto estado de elasticidad. Del bíceps sólo hay que decir que nunca debe intervenir directamente; más bien, es el músculo a proscribir.
En la EPISTOLA DE SANTIAGO se lee una frase hípicamente correctísima y dudo mucho que Santiago tuviera idea de caballos. Dice así: “Si le ponemos a un caballo un bocado en la boca para hacernos obedecer, controlaremos también su cuerpo entero” Es a lo que hay que aspirar, pero es dificilísimo de conseguir. Para ello hace falta una mano muy educada que sea capaz de poner en orden los tres resortes del cuello-cabeza del caballo y a través de ellos, coger al caballo todo entero, es decir, conectado perfectamente de atrás hacia delante .
Hay una palabra para mí muy importante que define perfectamente la función de la mano del caballista: “ordenar”
Ordenar quiere decir dos cosas:
- Poner orden: esta debe ser la primera función de la mano educada, volver a ordenar el cuerpo del caballo. Como dice PHILIP KARL, el cuerpo del caballo es un puzzle cuyas piezas hay que volver a ordenar al ser montado. Del desorden que provocamos en el caballo al montarle, ya he hablado en lecciones anteriores. El mismo STEINBRECHT dice que “la principal tarea de la mano es manejar correctamente el balancín cuello-cabeza del caballo”. Y a sus distintas posiciones dedica varios capítulos.
- Transmitir órdenes: ésta debe ser la segunda función de la mano. La mano, como dice DECARPENTRY, es una antena receptora de los mensajes que nos envía el caballo –junto con el asiento–, pero también es la encargada de transmitir órdenes. Lo ideal es lo que hace el Rey de “El Principito”: dar siempre órdenes razonables. Esta es la sabiduría del caballista: no pedirle al caballo nada que éste no pueda hacer. Volvemos a la empatía de la que hablaba al principio de la lección.
Así pues, el paso del Rubicón de la mano del caballista debutante al de que dignifica su profesión, es el paso de una mano que empieza agarrándose y tirando, y acaba siendo una mano capaz de recibir información para poner orden y transmitir órdenes razonables.
El que mejor expresa el camino para alcanzar una mano educada es MARCO AURELIO, el emperador filósofo que, sin saber mucho de caballos, sí que nos dijo una gran verdad: “Acostúmbrate a las cosas que desesperas alcanzar; pues la misma mano izquierda, débil de ordinario, falta de hábito, sin embargo maneja el bocado del caballo con más firmeza que la derecha; y es porque ella ha adquirido el hábito”
Casi veinte siglos después, GORDON WRIGHT, abunda en el mismo tema: “Una buena mano puede adquirirla cualquier jinete mediano, pero no en un día ni en una semana, y sólo a fuerza de pensar en ello cuando se está a caballo y reflexionar sobre los resultados obtenidos una vez pie a tierra”
El gran FEDERICO CAPRILLI, que nos enseñó a saltar correctamente –y a ir en suspensión–, dice de la mano: “tener por encima de todo el culto a la ligereza de mano, esto es lo esencial y posiblemente constituya la tarea más difícil del jinete”
No se tiene muchas veces la impresión de tirar porque realmente no hay voluntad de tirar, de la misma manera que nadie hace mal las cosas a sabiendas. Este es uno de los grandes problemas de los que montan a caballo por libre, incluso profesionales. Ser juez de sí mismo, siempre es tarea, casi diría, imposible. Hace falta alguien que nos aclare si lo que estamos haciendo con el caballo es lo mejor posible o no.
*De la articulación del dorso ya he hablado en lecciones anteriores al hablar de los 3+1 (mandíbula, nuca, base del cuello + dorso) resortes principales de la columna vertebral del caballo. Aquí se citan sólo los del cuello.