Como en el número nuestro del caballo no me gusta presuponer nada, voy a comenzar por aclarar lo que el tacto es para nosotros, las personas. Delimito, para empezar, la palabra contacto: estar en con-tacto significa estar “unidos por el sentido del tacto”, un sentido que tiene unas características completamente distintas a los demás. Por una parte, el tacto es el único sentido que no está localizado en un punto determinado de la cara, sino que está repartido por toda nuestra piel. Por otra parte, se sabe que podemos vivir sin otros sentidos –hay ciegos, sordos, personas que han perdido el olfato o el gusto, incluso sordo-ciegos (Helen Keller)– pero no podemos vivir sin tacto. Asimismo, el tacto es el primer sentido en aparecer en la vida humana, y es el último en desaparecer. Hay una ley en embriología que dice que cuanto antes se desarrolla una función, es porque ésta va a ser fundamental. Y qué duda cabe lo fundamental que es el tacto en los primeros meses de vida de un bebé. A los cachorros de los animales domésticos no sólo se tiende a acariciarlos instintivamente, sino que también ellos buscan ser acariciados. En los caballos se puso de moda hace aproximadamente un cuarto de siglo el “imprinting”, que no era ni más ni menos que el uso del tacto en los primeros estadios de la vida del potro.
Además, a través del tacto manifestamos instintivamente dos emociones importantísimas de nuestra vida, que son el amor y el odio: a las personas que amamos buscamos abrazarlas, y a las personas que, en un momento de ofuscación, “odiamos”, nuestro cuerpo nos pide pegarles. Ambas son manifestaciones táctiles, aunque contrapuestas, de dos emociones antagónicas. La educación debe encargarse de atemperar nuestros instintos.
Retomando el tema que nos ocupa, el caballo, podemos afirmar que de las múltiples funciones que puede desempeñar la mano, hay tres fundamentales para la equitación: COGER, CONOCER y COMUNICAR. Y para que estas funciones se desarrollen correctamente, lo primero que ha hecho la Naturaleza es poner los músculos que manejan los dedos justamente fuera de ellos, en el antebrazo. Esto es facilísimo de comprobar a caballo: cuando resistimos con los dedos, la tensión muscular la notamos en los antebrazos; y cuando tiramos de las riendas, lo hacemos desde el brazo, fundamentalmente del bíceps. Hace medio siglo Jean D’Orgeix ya afirmó que, en equitación, el bíceps es el músculo a evitar –al menos intentar no utilizar, o hacerlo lo menos posible–. Nuestros parientes los simios los tienen muy poco desarrollados: se cuelgan y se balancean de las ramas, pero nunca se suben a pulso. Menos mal, porque aunque son mucho menos agresivos que nosotros, a puñetazos hubieran podido extinguir alguna especie…
Nos vamos aproximando al CON-TACTO hombre-caballo. Pero aún hay dos cuestiones previas por aclarar:
1ª) El CON-TACTO hombre-caballo no se reduce sólo a la mano, sino también a la pierna y al culo, las tres superficies de adherencia del hombre con el caballo (muy interesantes los libros de Dominique Olivier sobre “EQUITATION”. Y sobre este tema en concreto, el primer tomo: “L`equilibre du cheval monté”).
2ª) Con el TACTO, como dice Eduardo Punset: “… ocurre algo distinto a los otros sentidos. Implica una conversación en dos sentidos: tú me das información, pero yo te doy algo a cambio”. Y mientras haya CON-TACTO con otra persona, este intercambio perdura. En cambio, con los otros sentidos, podemos prescindir de ellos en determinados momentos (hacer la vista gorda, hacer oídos sordos…). Sin embargo, no existe “tacto ignorado” porque mientras alguien nos esté tocando mínimamente, nuestra mente estará pensando en la información que recibo o transmito a través de esa superficie de adherencia, por mínima que sea. Y si no, que se lo pregunten a dos adolescentes enamorados pero que aún no se han declarado su amor. Cuando el CON-TACTO se prolonga en el tiempo y es inevitable pero no doloroso (por ejemplo, llevar una mochila –y nosotros somos una mochila inteligente para el caballo–) se produce la “habituación”. Y “habituación” no es ni más ni menos que el proceso de desbravar a un potro, es decir, enseñarle a habituarse –sin dolor, como decía antes-, a convivir con un J/A: “ganar sin luchar” (“El Arte de la Guerra” de Sun Tsu) debiera ser siempre el lema de todos los J/A.
¿Qué ocurre cuando estamos montados?
No cabe la menor duda que desde el momento en que nos montamos hasta el momento en que nos bajamos, el caballo está recibiendo constantemente información de la carga que se le ha situado en su dorso. Esta información la recibe de tres puntos distintos de nuestro cuerpo: las piernas (en los costados –abdominales, pectorales y dentellados-), del culo (en la zona torácica de la espina vertebral) y de las manos (en la boca, y su acción también sobre el cuello -anteriormente, ya hablé de lo deformable que es el cuello del caballo. Nuestra mano no para de deformar o conformar el cuello ¡es tan maleable! y ¡la mano, puro tacto!-).
La cosa empieza a complicarse, porque la eficacia del J/A depende de la precisión de cada una de estas tres partes o superficies de adherencia con el caballo. Además, cada parte –en distintas medidas– puede COGERSE, CONOCER o COMUNICARSE.
1º) COGERSE: inevitable en los primeros estadios a caballo (se hace lo que se puede y, lo primero, no caerse y agarrarse como se pueda). Pero el J/A ha de ir buscando su independencia –su NO necesidad de agarrarse– a base de mejorar su equilibrio y la coordinación de movimientos consigo mismo y con el caballo. Recuerdo la importancia del pie debajo del culo y el hábito de utilizar los aductores. Yo creo que es lo que más centauriza. Y el asiento sobre los isquiones (el grandísimo problema del J/A: somos depredadores y tenemos bíceps)
2º) CONOCER: habituarse a recibir información del movimiento y del equilibrio del caballo. Es el proceso de sensibilización y que dura mientras dure nuestra vida hípica. En el argot hípico lo llamamos “sentimiento ecuestre”. Respecto de su calidad, me fío del adagio yanqui –lo leí en una revista americana, pero perdí la referencia de su origen- que dice: “La actitud y no la aptitud, conducen a la altitud” (es mi traducción literal pero que creo que es totalmente inteligible…).
3º COMUNICARSE: cualidad primordial del tacto y que, de tan natural, poca cuenta le echamos. Y comunicarse implica siempre una doble dirección: información que recibimos del caballo y respuesta nuestra acorde con dicha información
Estamos de vuelta al principio: el TACTO es el primer lenguaje, la forma más elemental y primitiva de comunicarse. Pero no existe ninguna actividad humana, por elemental que sea, que no necesite educación. El TACTO y el CON-TACTO también hay que aprenderlos. Pero en la próxima lección hablaremos de ello.
Para despedirme, os dejo con algunas "frases célebres" sobre el tema del tacto:
DESMOND MORRIS: “El TACTO es la forma de comunicación más básica y primitiva del ser humano y el primer proceso sensorial que entra en funcionamiento: es el modo en que los padres se relacionan con los bebés recién nacidos. Hemos aprendido a disimular y mentir en muchos de nuestros sistemas de comunicación, pero el TACTO sigue siendo nuestra forma de comunicación más sincera.”
DOMINIQUE OLIVIER: “La Equitación, en tanto que diálogo táctil entre el hombre y el caballo, pasa pues por una cualidad de contacto pero, para que este contacto tenga una finalidad, hace falta que esté cargado de significación. Todo el problema estriba en encontrar a partir de cuándo un contacto está cargado de significación.”
LUCRECIO (siglo I a. C.) “Pues el tacto ¡dioses poderosos! El tacto es el sentido del cuerpo todo entero: por él penetran en nosotros las impresiones de fuera. Por él se revela todo sufrimiento interior del organismo. O bien, al contrario, el placer provocado por el acto fecundante de Venus.”
Paz, y como siempre, espero que os sirva. Y espero también vuestros comentarios.