jueves, 25 de marzo de 2010

ACERCA DEL PASO (II)

Iratxe, estoy muy contento de haberte reencontrado, y agradecido por tu colaboración. A todos os recomiendo la lectura del comentario de Iratxe en “Acerca de la mirada”.
Y sigo con el paso.

Desde mi último escrito he trabajado a 45 caballos distintos, de los cuales he montado 25, si la memoria no me falla. Con todos ellos me concentraba especialmente en el paso, pero con la intención puesta en el objetivo de cada caballo en ese momento: unos prestos a competir, otros para enseñar a sus respectivos j/a y otros con el fin de mejorar su trabajo cotidiano. A la postre, todos lo mismo: el caballo, como todo atleta, debe aprender –debemos enseñarle- a que todos sus gestos deportivos deben resultarle GESTOS CONFORTABLES. Y para ello no hay duda que al paso es donde mejor nos enteramos y donde más fácilmente podemos actuar para corregir.

Trabajar al paso es como si utilizáramos un “zoom” que nos ayudara a darnos cuenta mejor de un aspecto muy concreto en el queremos centrar nuestra atención: equilibrio, contacto, amplitud de tranco, posición de cuello y cabeza, reacción a la mano, reacción a la pierna, coordinación, regularidad, transiciones (Marcos dixit), etc.

Otro aspecto capital del paso es el trabajo de la musculación, que puede ser de dos tipos:
1ª La que se ve: es la musculación del cuello que, cuando se hace bien, salta a la vista. Cuando el cuello trabaja bien, parece que el caballo esté tirando de un carro. Los músculos se marcan visiblemente, dándole una forma bonita al cuello: éste se hace telescópico, la nuca avanza, la línea superior convexa y la inferior, cóncava y el perfil de la cara cerca de la vertical.
2ª La que no se ve, pero que es importantísima: la de la musculatura profunda, los músculos posturales en contraposición de los superficiales que son los encargados de producir el movimiento, y que son los que vemos y que más conocemos. A los futbolistas les hacen hacer movimientos, normalmente lentos, apoyados en un solo pie, precisamente para trabajar esa musculatura profunda. Con los caballos ocurre lo mismo en un buen trabajo al paso: desarrollamos su musculatura profunda al primar el movimiento hacia arriba –que el caballo “se aguante”, “que no tenga prisas por volver al suelo”- sobre el movimiento hacia adelante.
Además, el sentido de la impulsión también se le puede inculcar al caballo en el paso. Yo creo que es la mejor manera, porque al paso la inercia es cero, luego no hay lugar a confundir con la velocidad. Conclusión: si desarrollamos la musculatura profunda del caballo, a la hora de realizar un esfuerzo éste quedará repartido sobre un número mayor de músculos y todos ellos involucrados, con lo que la eficacia será mayor y el desgaste menor.

De FRANCOIS DE LUBERSAC ya se ha adelantado Eduardo para decirnos que él domaba los caballos sólo al paso. Con los caballos yo creo que ha ocurrido como con la arquitectura a lo largo de la Historia: no se sabía mucho de mecánica, pero se construían catedrales.

Espero que os sirva a alguien. Seguiré con el paso

martes, 9 de marzo de 2010

ACERCA DEL PASO (I)

Tenía previsto empezar por lo que dicen clásicos y modernos sobre el paso, Pero he cambiado de opinión y os cuento mi experiencia sobre el mismo. Al fin y al cabo, es lo que he leído y luego experimentado con miles de caballos. Es una de las múltiples ventajas de ser viejo (de edad que no de ilusiones).

El hombre (y también el caballo) necesita lentitud para aprender. Todos conocemos los dichos “vísteme despacio que tengo prisa” y “sin prisas pero sin pausas”. Y seguro que hay más

Hace falta un tiempo para observar, reflexionar y estudiar. Y hace falta un tiempo para hacer.

El aire que cumple con todos estos requisitos –y más- es el paso.

Es un aire lento, en el que el caballo está siempre tocando el suelo, sin tiempo de suspensión. Su equilibrio es mucho más estable que en los otros aires, sin ninguna sacudida, lo que hace que en cada instante nos dé una mayor sensación de estabilidad y seguridad que nos permite en todo instante ser conscientes y dueños de nuestros gestos

El paso equivale al gimnasio de los deportistas modernos. La estabilidad y la lentitud hacen que todos los gestos se aproximen a la perfección, desarrollando cada músculo o grupo muscular en el sentido deseado para obtener el gesto confortable –máxima eficacia con el mínimo esfuerzo- propio de la disciplina hípica que se practique. Además de la posibilidad de repetición, totalmente necesaria para cualquier aprendizaje. También procura la facilidad de concentrarse al j/a y captar la atención del caballo

Para los que montamos a caballo, hay otra ventaja añadida: desarrollamos los músculos posturales del caballo, los cuales están muy poco involucrados en el trote y galope, incluso en el paso con riendas largas. Pero que no siempre es verdad: creemos dejar las riendas largas cuando realmente nos quedamos a mitad de camino. Esta musculatura profunda o postural, en el caballo es muy importante debido a su falta de clavícula. Con ésta, le resultaría facilísimo al caballo aguantar nuestro peso. Su ausencia nos obliga a que sean los músculos de la espalda y de la base del cuello los que hagan que nos lleve y que se lleve bien.

El tiempo lento del paso, nos permite conocer y analizar los movimientos del caballo para llegar a acompasarlos y, seguidamente, transformarlos.

El tiempo lento del paso, nos permite conocernos como j/a, y enterarnos realmente de la utilización de nuestros gestos (“las ayudas”), de nuestro equilibrio y del acompasar al caballo. Parafraseando a San Agustín: “conocerme a mí, conocerle a él”.

Hace más de un siglo, el general L´Hotte puso en boca de D´Auvergne la siguiente frase:

“Es fácil de comprobar que las faltas del caballo proceden casi siempre de la inexperiencia del jinete, por lo que las lecciones deben caer sobre é y no sobre el caballo. La certeza de lo dicho está fundada en la experiencia del más hábil “hombre de caballos” que existe hoy, M de Lubersac, quien ha llevado el arte de la Equitación más lejos que nadie”.

Creo que “hombre de caballos”, en castellano podríamos llamarle “caballista” si pensamos en la definición del mismo de la RAE de la Lengua: “Persona que entiende de caballos y, además, monta bien”. Estoy seguro de que no soy el único aspirante a caballista.

Como de costumbre, los comentarios de mis queridos Marcos y Eduardo, acertados y de agradecer. En breve, seguiré con la segunda parte. Mientras tanto, espero vuestros comentarios